Después de una espera prudencial, una o dos horas, mínimo, los del choque se ponen de acuerdo rápidamente: la tractomula que no quedó varada continúa incólume su camino y los demás camioneros deciden despejarlo. Pero hay que esperar a que alguien preste una cadena pues los choferes de elegantes uniformes de las mulas nuevecitas de las transnacionales no se avienen a desacomodar sus impecables cables de arrastre, que parecen más de adorno que de emergencia, y los camioneros paisas solo quieren alquilar los suyos. Por supuesto nadie quiere pagar solo. Afortunadamente antes de que se comience a organizar una "vaca" que se puede perder, alguien, muy arriba, posiblemente un boyacense servicial o un pastuso inteligente, presta una vieja, delgada, oxidada y muy corta cadena que alguien arrastra como loco carretera abajo y comienza el emocionante y aleccionador despeje. Al "dobletroque" más inmed...