Decía Einstein ( Mi visión del mundo , 1930) que los ideales que siempre iluminaron y colmaron su vida fueron “bondad, belleza y verdad.” Por supuesto se refería al altruismo, el arte y la ciencia. A procurar el bien ajeno aun a costa del propio. A amar las cosas que infunden deleite espiritual, como la naturaleza y las obras literarias, musicales y artísticas (como lo son las ciudades). Pero no a esa verdad de la conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente, de lo que se dice con lo que se siente o se piensa, siempre la misma y que no se puede negar racionalmente. Su verdad era la de la ciencia, relativa y no absoluta, la de u n horizonte al que siempre se aspira llegar, la que es posible intentar demostrar que es falsa, como la define Karl Popper ( La lógica de la investigación científica , 1934). Pero insistir entre noso...