Los mal llamados ambulantes son en estos países una realidad económica de a puño. Pero además el comercio de mercancías en el suelo esta fuertemente arraigado en nuestra tradición, y beneficiado por los climas benignos de este país, sobre todo en tierra caliente. El problema, pues, no son los vendedores sino que perdieron sus espacios. En las plazas (además de fiestas, corridas, carreras de caballos, paradas, fusilamientos y manifestaciones) no solo se hacían los mercados semanales sino también estas ventas cotidianas; lo mismo que en las plazuelas y en esas calles que se ensanchan a la mitad de la cuadra o en uno de sus finales, o "largos" como bellamente los llaman en Portugal y Brasil. La solución, entonces, no es tratar de eliminar los vendedores (lo que solo será posible con el desarrollo de la economía) sino devolverles sus espacios, en donde este necesario comercio (de no serlo no existiría) pueda llevarse a cabo sin caus...