En la popular película de Sergio Cabrera la argucia sirvió para que se desmantelara poco a poco una casa sin que nadie se enterara, y al final las autoridades tuvieran que encontrarse no solo sin casa sino con un vacío jurídico, cosa que a todo el mundo le pareció muy chistosa en este país que aplaude la trampa. En la vida real esa estratagema sirve para que muchas construcciones ilegales se terminen poco a poco en nuestras ciudades sin que sus autoridades se den por enteradas, y al final tener un hecho creado que ya pocos funcionarios se atreverán a hacer demoler pese a que así se los demande la ley. Es el caso de la casa de San Antonio, en la calle cuarta entre carreras sexta y novena (recordemos que allí no hay séptima ni octava), en un barrio supuestamente muy protegido por su valor patrimonial. No solamente se le esta haciendo un tercer piso, que ocupa la totalidad del lote, ambas cosas absolutamente prohibidas en la reglamentación actual, sino que no cumple con ninguna de las n...