En un país obsesionado con la muerte, como se puede comprobar mirando las páginas de cualquier periódico, y que de las artes sólo lo apasiona la literatura, pocos piensan en la felicidad de la vida en una verdadera ciudad caminando por sus bellas calles, avenidas, plazas y parques. En Cali, por ejemplo, ni siquiera pueden caminar por los andenes teniendo que hacerlo por las calzadas, ya que muchos son estrechos, irregulares y no continuos, o simplemente no existen, poniendo en riesgo su vida. Como concuerda el arquitecto brasileño Marcelo Ferraz “la ciudad precisa ser completa para honrar el nombre que lleva. Al final, ella es el punto alto de la creación humana. Ella tiene que tener parques, calzadas decentes, abrigo para la lluvia [y en Cali también para el sol], calles [con andenes], árboles, bancas… Eso es la ciudad. Espacio para la convivencia.” Y se pregunta: “¿Por qué es que construimos ciudades?” (Arquitectura conversável, 2011 y 20...