Desde luego uno no se la pasa pasando la lengua por las superficies de la casa pero hay que recordar que estas se inician para proteger el fuego, calentarse y cocinar; sentados o acuclillados alrededor se veían las llamas, se oía su crepitar, se tocaban las ramas para alimentarlo y, sobre todo, se olía la comida que allí mismo se procedía a saborear detenidamente y con deleite. Desde entonces siempre los cinco sentidos han estado presentes en las casas, y por lo tanto deberían estarlo en sus proyectos arquitectónicos, y así darles sabor a algo grato que se aprecia con deleite y detenidamente. ¿A qué sabe su casa? ¿Es dulce, salada, ácida, amarga o sabrosa? ¿O no se ha dado cuenta? Una casa puede ser dulce, es decir placentera, o sea que produce mucho placer por sí misma independientemente de quien la habite y si es que no la han llenado con muchos muebles, adornos y cuadros contradictorios. O puede ser salada, que potencia todas las sensaciones que produce, o que es de mala suerte y de...