Decía Aristóteles que las ciudades son sus ciudadanos. Es decir, peatones que caminan desde que se despiertan al amanecer hasta que se duermen (siesta de por medio) ya por la noche, pero no por valles y montañas como los campesinos sino por calles, plazas y parques. Al fin y al cabo una ciudad es un artefacto, hoy ineludible para la vida de la mitad de la población del mundo, en el que siempre toca caminar. En ellas todos lo tienen que hacer en algún momento de cada día, prácticamente todos los días, toda la vida, incluyendo los que no se bajan del carro pues siempre hay un momento en que lo tienen que hacer. Al contrario de lo que parecen creer los caleños, hace apenas un siglo que la mayoría de las ciudades del mundo fueron invadidas por los automóviles, quedando los peatones reducidos, en las de traza colonial, a sus estrechas aceras. Las que se mantuvi...