Desde los antiguos zigurats mesopotámicos, como el Templo Blanco en Uruk, las torres se levantaron para buscar a los dioses en la profundidad del cielo, lo que continuaron las torres tradicionales en Europa y el Magreb, ya fueran alminares (minarete es en francés) de las mezquitas musulmanas o campanarios de iglesias cristianas, a los que hay que agregar los torreones, atalayas o miradores para vigilar la tierra desde el cielo o dar órdenes desde lo alto. Son construcciones esbeltas, mucho más altas que anchas cuyo largo es similar a su ancho, y que ocupan muy poca superficie en el suelo. No hay torres tradicionales feas, o por lo menos son atractivas, e inevitablemente se imponen en el paisaje urbano debido a su mayor altura. Muchas son bonitas, no pocas son bellas y las hay muy hermosas; pero especialmente son atractivas y emocionantes las de planta rectangul...