Rogelio Salmona no solo nos dejó sus muchos edificios, que afortunadamente pasarán ser parte del patrimonio nacional para su correcta conservación y, en ultimas, para evitar su innecesaria demolición, como ya pasó hace años en Bogotá con una de sus mejores casas. Nos dejó también, ante todo, el compromiso de continuar, entre los arquitectos que lo son, su vehemente logro de que se comenzara a valorar de nuevo en Colombia la arquitectura. Hecho fundamental en este país de muchas ciudades tan nuevas, que crecen, en rápida transformación, con una mala arquitectura y un pésimo urbanismo. Y en donde un mal entendido desarrollo, puramente especulativo, separó a la arquitectura de la cultura ante el desinterés de unos intelectuales apenas interesados en la poesía escrita, y la ceguera de unos ciudadanos que llegaron al extremo de elegir en Cali a un alcalde ciego, y que por todas partes votan por candidatos que miran pero no saben ver ni les interesa. Por eso decía Salmona que hacer aquí (b...