Ya es un lugar común. Se le atribuye a Walter Benjamin o a Berthol Brecht: los monumentos fueron construidos con trabajo esclavo o mal pagado. Jean-Paul Sartre dijo (con demagogia de izquierda) que entre la catedral de Chartres y un niño con hambre prefería al niño. Pasó por alto el hambre de muchos niños que hubiera podido saciar si no se hubiera dedicado a escribir esa maravilla que es Las Palabras, por ejemplo. Lo cierto es que las ciudades no pueden prescindir de sus monumentos sin dejar de serlo, aun cuando también hayan costado sangre, sudor y lágrimas: desde las Pirámides de Gizeh hasta el Château de Versailles. Pero ya no. A lo largo de este siglo cada vez se construyeron más y más grandes monumentos y más espectaculares, con trabajo bien pagado y sobre todo grato, los cuales pueden disfrutar cada vez mejor cada vez más gente: desde el Centro Pompidou de Renzo Piano y Richard Rogers, en París, para mencionar solo museos,...