Decía Karl Popper que la democracia no sirve para elegir buenos gobernantes (tal vez ninguno lo sea, como insiste Antonio Caballero) sino para quitar sin violencia a los insoportablemente malos. De ahí la necesidad de dos partidos importantes a la vez: el que gobierna y el que aspira a gobernar y tiene que trabajarlo pues no tiene su turno asegurado. La no reelección de alcaldes, gobernadores y hasta presidentes no pasa en este país de ser un perverso e hipócrita acuerdo tácito de los politiqueros para robar por turnos. No hay que ganar el poder, vasta con esperar a que se acabe el periodo correspondiente de los otros. Así, la oposición no tiene consecuencias serias. Los candidatos hacen muchas acusaciones pero solo para diferenciarse de los funcionarios en el poder y los competidores futuros, a las que suman nuevas promesas (o las mismas) buscando ser elegidos por un electorado ingenuo que las cree nuevamente. Después le echan la culpa de sus fracasos a la falta de continuidad o a q...