Decía Karl Popper que la democracia no
sirve para elegir buenos gobernantes (tal vez ninguno lo sea, como insiste
Antonio Caballero) sino para quitar sin violencia a los insoportablemente
malos. De ahí la necesidad de dos partidos importantes a la vez: el que
gobierna y el que aspira a gobernar y tiene que trabajarlo pues no tiene su
turno asegurado. La no reelección de alcaldes, gobernadores y hasta presidentes
no pasa en este país de ser un perverso e hipócrita acuerdo tácito de los
politiqueros para robar por turnos. No hay que ganar el poder, vasta con
esperar a que se acabe el periodo correspondiente de los otros. Así, la
oposición no tiene consecuencias serias. Los candidatos hacen muchas
acusaciones pero solo para diferenciarse de los funcionarios en el poder y los
competidores futuros, a las que suman nuevas promesas (o las mismas) buscando
ser elegidos por un electorado ingenuo que las cree nuevamente. Después le
echan la culpa de sus fracasos a la falta de continuidad o a que heredaron
todos los males y casi siempre tienen razón quedando habilitados para un
próximo pero diferente cargo.
La
no reelección implica corrupción, incumplimiento e impunidad en el manejo de lo
público siendo las ciudades las que más sufren. Ningún alcalde tiene tiempo
para sacar adelante iniciativas importantes ni dura lo suficiente para tener
que responder -con su no reelección- por su mal desempeño. En sus cortísimos periodos
solo pueden improvisar y repartir contratos con propósitos puramente
clientelistas liquidando el presupuesto que les tocó. Por ejemplo, y son solo
casos elementales y cotidianos, se demuelen andenes, sardineles y separadores
en buen estado para reemplazarlos por otros que ni siquiera se hacen mejor y
que se dejan sin terminar. Calles recién pavimentadas se rompen para introducir
canalizaciones una y otra vez sin programación alguna. Las señales de trafico
se ponen de nuevo en muchos sitios sin retirar las anteriores que son iguales y
están en buen estado. Se construyen puentes que no se pueden usar o no se usan,
cuando no simplemente se caen. Se despilfarra dinero en remodelaciones que
están incompletas desde el principio. Se hacen voluminosos y costosos estudios
que nunca se aplican. Se burocratizan, clientelizan y posteriormente se
quiebran las empresas municipales. Y, claro, están también los grandes
negociados.
Todo
esto se denuncia siempre -y a veces hasta se castiga con cárcel- pero nunca se soluciona.
Como si fuéramos masoquistas pasamos por alto que en todas partes son los
alcaldes que duran muchos años los que han logrado mejorar sus ciudades. Tal es
el caso de Pasqual Maragall que continuó las iniciativas de Narcís Serna para
trasformar a Barcelona (de la mano del arquitecto Oriol Bohigas y con el
pretexto de los Juegos Olímpicos) en una de las ciudades con mayor calidad de
vida en el mundo; o Rudolph Giuliani que llevó la seguridad de Nueva York al
primer lugar entre las grandes ciudades norteamericanas después de estar entre
las últimas. Richard J. Daley estuvo en Chicago de 1955 al 76 cuando murió.
Eduard Herriot en Lyon media vida hasta su muerte. Enrique Tierno Galván en
Madrid o Lerner en Curitiba, en fin el mítico Fiorello La Guardia. Si hay algo
que se le debe recriminar a Mockus fue el abandono de su ya de por si corta
alcaldía, como hay que abonarle a Peñalosa haber continuado con su idea de que
la ciudad es para los ciudadanos: andenes amplios, continuos y libres,
transporte masivo, bibliotecas y parques y
seguridad, dignidad y belleza en los espacios urbanos.
La
"urbanización" (de urbanidad y no solo de urbe) de los nuevos
habitantes de las ciudades y la recuperación de sus espacios públicos
degradados, como es el caso de muchas en Colombia, y las grandes obras que
demandan hoy, requieren muchos años, continuidad, voluntad y perseverancia. Hay
que garantizar que las administraciones municipales perduren mientras no se
hagan insoportablemente malas. Para mejorar nuestras ciudades hay que mejorar
primero no solo sus alcaldes sino la continuidad de sus gestiones. Por supuesto
al principio su reelección sería pura politiquería pero pronto ciudadanos y
candidatos aprenderían que solo los mejores son reelegidos por más de un
periodo y por que están haciendo algo bien.
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