Como se ha dicho, Noemi y Mockus
ganaron ampliamente en las grandes ciudades, pero también ganaron o tuvieron
una importante votación en las intermedias, sobre todo en las de mayor
tradición urbana, incluso en la costa. En tanto que los ex ministros de Samper
ganaron en las nuevas ciudades intermedias y en los pueblos, sobre todo
costeños, pero también tuvieron abundante votación en las ciudades grandes,
que, como se sabe, crecieron mucho a lo largo de la segunda mitad de este siglo
con inmigrantes desplazados por la violencia de pueblos y veredas. O que
buscaban mejores condiciones de vida y ese "aire de la ciudad" que
como se sabia ya en la Edad Media "hace que la gente sea libre".
Por Noemi y Mockus
votaron ciudadanos -y ciudadanas-
presumiblemente con una actitud diferente frente al mundo desarrollado
actual, caracterizado precisamente por su alta urbanización, su globalización y
digitalización crecientes, su bilingüismo, su pluralidad cultural, su cero
crecimiento poblacional, su conciencia ecológica, su enorme oferta de opciones,
y el haber cambiado el proteccionismo y el paternalismo por la competividad y
la independencia y libertad de criterios y escogencias. Un mundo posmoderno
en donde la ciudad-región cobra cada día más fuerza y la nación-estado la
pierde. En donde las grandes ciudades crecen de nuevo y sus centros
tradicionales se rehabilitan con éxito.
Mundo
amenazado, por supuesto, por la contaminación y las basuras, la destrucción de
la naturaleza, el calentamiento, la amenaza nuclear, y también por las
multinacionales y su masificación de las modas mediante una propaganda que lo
oculta todo, por la burocratización, los fundamentalismos, la intolerancia y el
terrorismo, y, especialmente, por el aumento desmesurado de la población y su
aterradora dependencia de energía de fuentes no renovables. Amenazas que no
afectan solo a las regiones desarrolladas, a las ciudades o a los ciudadanos,
sino que acechan sin remedio a todos en todas partes, las comprendamos o
toleremos o no.
La
solución a estos grandes y acuciantes problemas no hay otra posibilidad que buscarla
con una verdadera educación, la responsabilización de las diferentes culturas
ante los temas comunes, la ecología no ingenua, la planificación familiar, el
reciclaje de todo y el uso de tecnologías y combustibles no contaminantes,
mediante acciones sobre un mundo en el que sencillamente no se puede no estar y
es muy difícil echar marcha atrás. Ignorarlo o simplemente rechazarlo no lleva
a cosa distinta que a ser sus peores víctimas: sin las ventajas del desarrollo
y sufriendo muchas de sus desventajas, además de las propias del subdesarrollo, y ya sin las ventajas de este, que indudablemente las tiene, y no
pocas, pero que son para unos cuantos.
Por eso en los
sectores más urbanizados se voto contra la impunidad, la corrupción y la
ineficacia del estado, mientras los inmigrantes lo hicieron por la continuación
de un estilo de gobierno, demagógico y malo pero conocido. O, no votaron,
escépticos con razón, pero indiferentes a que así favorecen las maquinarias.
Inmigrantes que vienen a vivir en ciudades a medias a medio trabajar, pero en
las que no pagan impuestos y tienen servicios y transporte públicos, malos pero
subsidiados, atenidos a la suerte y al paternalismo y leales a las personas
independientemente de sus acciones y a las promesas y no a los resultados.
Y son estos ciudadanos
a medias, que han ruralizado las ciudades pero aún no han urbanizado sus
comportamientos y sus votos, los que decidirán de nuevo, o dejaran que otros
decidan, el próximo 21 de junio. Tal vez por última vez pues sus hijos o sus
nietos ya serán ciudadanas y ciudadanos del todo que conformaran la mayoría de
este país, que, pese a que hace varias décadas comenzó a ser urbano, continua
dividido entre una mentalidad ciudadana y otra que no lo es pero que tampoco es
campesina. De ahí la generalización de la violencia, tanto en el campo como en
las ciudades, que se manifiesta no solo en la guerra sino también en la
delincuencia, la violencia intrafamiliar y callejera y especialmente la falta
de urbanidad.
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