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Trampas urbanas. 29.06.1998


Los huecos de las calles, sobre todo cuando están cubiertos de agua pues los desagües no funcionan, los contadores y las alcantarillas sin tapa, las tapas metálicas hundidas, los permanentes cambios de nivel y de textura de los andenes, sus rampas demasiado pendientes, los postes (muchos de ellos sin uso) y los muñones de postes, los bolardos cuando son enanos (como son casi todos en Cali) las puertas de rejas y garajes que abren hacia afuera, los techos torcidos y oxidados de las casetas instaladas en medio de los andenes que apuntan directamente a los ojos, las líneas de alta tensión que pasan enfrente de las ventanas de los edificios prácticamente al alcance de la mano, las señales y demarcaciones de trafico antitécnicas, obsoletas o destruidas o simplemente olvidadas en cualquier parte de calles y avenidas.
          En fin, esta ciudad esta llena de trampas urbanas debidas a la improvisación y la negligencia. ¿Pero a quien le importan sus consecuencias psicológicas, físicas y legales en un país en el que los homicidios debidos a la violencia intrafamiliar y callejera son más que los de la lenta y vieja guerra que lo aqueja hace ya medio siglo? Por eso se pasa por alto que las trampas urbanas contribuyen a la mala calidad del espacio publico de la ciudad, y esta mala calidad de lo urbano sin dudas contribuye a la violencia...que nos impide pensar que la mala calidad de la ciudad contribuye a su violencia.
          Muchas de estas trampas se deben a diseños, muy comunes entre nosotros, que no obedecen ni consideran reglamentaciones, normas ni estándares y ni siquiera el sentido común. Como por ejemplo los insólitos tubos dispuestos en el borde de los andenes de la Avenida Sexta para impedir que los carros se estacionen en ellos. Son incómodos y peligrosos para peatones, choferes y personas que bajan de los carros pues no se pueden ver fácilmente, ya que están contra el piso, y menos de noche, pues están pintados de rojo.
          En todas partes se usan bolardos para impedir que los automóviles invadan las zonas peatonales, obviamente bolardos de tamaño apropiado (entre más pequeños mas anchos y entre mas altos mas delgados) pues permiten el paso cómodo y seguro de los peatones. Cuando se desea impedir el paso tanto de peatones como de carros simplemente se usan barandas altas que no se puedan saltar ni pasar por debajo. Bolardos y barandas que ya están inventados y cuya eficacia ha sido comprobada hace mucho tiempo. Y como los carros y sobre todo la gente no ha cambiado, pues siguen siendo validos así no gusten a algunos. No usarlos es una falsa originalidad, por lo contrario la creatividad consiste en adaptarlos y  mejorarlos.
          O evitarlos, como se debe hacer enfrente de edificios de uso masivo, como salas de cines y supermercados, donde se deben eliminar todas las barreras y prohibir el estacionamiento con el objeto de mantener el espacio libre en caso de un incendio o cualquier otro evento que implique la evacuación inmediata del publico y el libre acceso de maquinas de bomberos y ambulancias. Pero aquí, donde casi nadie reclama nada y muy pocos responden por algo, siguen allí esos tubos rojos y los carros estacionados a su lado que son una amenaza mortal en el caso de una emergencia en el Teatro Calima o en el Bolívar.
          Afortunadamente la Secretaria de Ordenamiento Urbanístico a comenzado a tomar cartas en el asunto, y, en San Antonio, donde abundan las trampas urbanas, ha logrado que la Secretaria de Transito retire las muchas señales que allí sobraban. Pero como se sabe, una golondrina no hace verano. Lo que se necesita, en primer lugar, es una reglamentación para el diseño de los espacios urbanos de la ciudad. Consultada, única, clara, corta y taxativa. Y autoridad para hacerla cumplir. Mientras tanto ¿por que no se elimina el parqueadero enfrente del Teatro Calima y del Teatro Bolívar y se retiran los tubos rojos?  ¿O es que están esperando a que se los roben o aplasten como se robaron o destruyeron las matas que los acompañaban a lo largo de la Sexta?

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