Si se comprende que la democracia “es un sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de sus representantes” (DLE), votar es entonces no sólo un derecho constitucional sino ante todo es un deber ético pensando en el futuro de los otros en un mundo cada vez más globalizado y no apenas en el presente de uno mismo. Por eso es que hay que lograr que la mayoría de los ciudadanos habilitados para votar lo hagan y no se abstengan, y que por lo tanto no continúen esos gobiernos elegidos por la mayoría de los que votaron pero apenas por cerca de una cuarta parte de los electores potenciales, o sea por una minoría parte de la cual “vende” su voto. Además abstenerse y no votar es fomentar esos malos gobiernos conformados por tantos funcionarios corruptos, o no adecuadamente preparados (por sus estudios, conocimientos y experiencias) para sus respectivos cargos, o si...