En Hispanoamérica las ciudades algo cambiaron, comparadas con las medievales de las que vinieron sus fundadores. Fueron nuevamente trazadas previamente a su construcción, como lo habían sido las antiguas colonias griegas, los campamentos romanos y las ciudades militares en el medioevo. Pero conservaron las calles, ahora derechas, las manzanas y los patios y zaguanes. Y aunque las plazas perdieron contundencia al tener abiertas sus cuatro esquinas, siguieron siéndolo hasta que la generación romántica de finales del siglo XIX las convirtió en parques en muchos pueblos y ciudades hispanoamericanos, para alejarlas de España y acercarlas a una Francia que se había reemplazado las estatuas de los reyes por los árboles de Rousseau, e inventado la latinidad para su propio beneficio. Sin una verdadera tradición urbana (nuestras ciudades premodernas eran realmente apenas pueblos) y sin muchas posibilidades de conocer verdaderas ciudades ...