Los caleños siempre queremos estar
adelante. Al entrar o salir de los ascensores nos agolpamos para ser los
primeros y todos tratamos de estar junto a la puerta; incluso nos subimos (de
primeros, claro) aunque el ascensor vaya para el sótano y nosotros para el
ultimo piso. Nos bajamos a las calzadas antes de mirar si podemos cruzar la
calle; y no esperamos a llegar a la esquina sino que lo hacemos por la mitad, y
para llegar de primeros lo hacemos corriendo. En los semáforos todos queremos
emular a Montoya y procuramos la "pole position"; incluso siempre hay
alguno que arranca mucho antes de la partida y todos los demás lo hacemos
cuando la luz se pone amarilla para la otra calle. Nos estacionamos lo mas
adelante que podamos aun cuando bloqueemos la entrada a donde vamos. Nos bajamos
de los buses antes de que paren y nos subimos cuando ya han arrancado, pero de
primeros. En las "colas" de los bancos, cines y sitios similares, nos
agolpamos enfrente de las taquillas y pasamos documentos por encima de los que
nos ganaron la delantera y preguntamos sin importar que el funcionario este
ocupado con otro; en fin, le respiramos en la nuca al que se atreve a estar
adelante. Todos queremos tener la música mas alta de la cuadra. Invadimos los
antejardines para que nuestras casas queden lo mas adelante posible; después
invadimos los andenes, y como son tan pequeños pues las calles mismas.
Pero
la realidad es que los caleños llegamos tarde a todo y cada vez estamos mas
atrás. Nunca hemos tenido un presidente (Sanclemente era Bugueño) y solo de vez
en cuando un candidato o un ministro. Nos contentamos con viceministros. No hay
un sindicato vallecaucano como el de Antioquia. Jorge Isaacs, amargado por sus
coterráneos, no quiso saber nada mas de su terruño. A Edgar Negret no lo
consideramos caleño porque nació en Popayán, lo mismo, tal parece, pasa con
Eladio Muñoz. A Jaime Aparicio cada vez lo olvidamos mas. Aquí nunca hubo un
Rodolfo Llinas y si lo hay no lo reconocemos. Tumbamos las casas de Borrero
Zamorano y Giovanelli y pintarrajamos sus edificios (eso si, menos mal, con
colores pasteles) pese a que son de la mejor arquitectura moderna de mediados
del siglo XX en el país. La Universidad del Valle dejo ir a Jorge Orlando Melo
y a Álvaro Camacho, entre otros, y Germán Colmenares se hubiera ido tambien si
no se muere antes. El periódico El Pueblo se acabó y con él se fue Daniel
Samper. Dejamos solos a Maritza Uribe y Enrique Buenaventura. Y así. Las
industrias y cadenas hoteleras internacionales emigran y los ingenios
azucareros cada vez pertenecen menos a Cali. Pero ¡que maravilla! tenemos dos
Mac Donals, siempre "open" como en Miami y un TrasMilenio, como en
Bogotá, aunque sea de mentiras.
¿Por
que no nos damos por enterados de lo que esta pasando en nuestras narices? La
falta de liderazgo en esta ciudad es abrumadora: los líderes en ciernes no los
seguimos o dejamos solos o rápidamente se desbaratan, corrompen, enloquecen,
aburren, terminan en la cárcel o se van para Bogotá en donde se bogotanisan
apenas dejan de comer "pam". ¿A que se debe nuestra apatía? A nadie
parece importarle, por ejemplo, quien va a ser el próximo alcalde o gobernador.
Margarita Londoño desapareció como deshojando margaritas, Gustado de Roux se
callo como si Cali ya no lo necesitara, y Gustavo Álvarez Gardeazabal ahora
solo sueña con su montón de votos que se le desvanecieron en el humo. En La
Sagrada Familia, de Marx y Engels, hay una frase ejemplar: "Si el hombre
es formado por las circunstancias, entonces, hay que formar las circunstancias
humanamente." Es precisamente lo que no hacemos; por lo contrario
entregamos la ciudad y la región a los mediocres o corruptos; dejamos que la
cultura del narcotráfico, y con ella su pavorosa estética, las penetraran
obscenamente por todas partes. Entre nosotros lo primero que se deja ver es que
no somos los primeros sino los últimos; pero aquí nadie lo ve...tal vez por eso
nos vemos de primeros; al fin y al cabo gano el América, ve.
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