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Los primeros, ve. 04.07.2002


Los caleños siempre queremos estar adelante. Al entrar o salir de los ascensores nos agolpamos para ser los primeros y todos tratamos de estar junto a la puerta; incluso nos subimos (de primeros, claro) aunque el ascensor vaya para el sótano y nosotros para el ultimo piso. Nos bajamos a las calzadas antes de mirar si podemos cruzar la calle; y no esperamos a llegar a la esquina sino que lo hacemos por la mitad, y para llegar de primeros lo hacemos corriendo. En los semáforos todos queremos emular a Montoya y procuramos la "pole position"; incluso siempre hay alguno que arranca mucho antes de la partida y todos los demás lo hacemos cuando la luz se pone amarilla para la otra calle. Nos estacionamos lo mas adelante que podamos aun cuando bloqueemos la entrada a donde vamos. Nos bajamos de los buses antes de que paren y nos subimos cuando ya han arrancado, pero de primeros. En las "colas" de los bancos, cines y sitios similares, nos agolpamos enfrente de las taquillas y pasamos documentos por encima de los que nos ganaron la delantera y preguntamos sin importar que el funcionario este ocupado con otro; en fin, le respiramos en la nuca al que se atreve a estar adelante. Todos queremos tener la música mas alta de la cuadra. Invadimos los antejardines para que nuestras casas queden lo mas adelante posible; después invadimos los andenes, y como son tan pequeños pues las calles mismas.
          Pero la realidad es que los caleños llegamos tarde a todo y cada vez estamos mas atrás. Nunca hemos tenido un presidente (Sanclemente era Bugueño) y solo de vez en cuando un candidato o un ministro. Nos contentamos con viceministros. No hay un sindicato vallecaucano como el de Antioquia. Jorge Isaacs, amargado por sus coterráneos, no quiso saber nada mas de su terruño. A Edgar Negret no lo consideramos caleño porque nació en Popayán, lo mismo, tal parece, pasa con Eladio Muñoz. A Jaime Aparicio cada vez lo olvidamos mas. Aquí nunca hubo un Rodolfo Llinas y si lo hay no lo reconocemos. Tumbamos las casas de Borrero Zamorano y Giovanelli y pintarrajamos sus edificios (eso si, menos mal, con colores pasteles) pese a que son de la mejor arquitectura moderna de mediados del siglo XX en el país. La Universidad del Valle dejo ir a Jorge Orlando Melo y a Álvaro Camacho, entre otros, y Germán Colmenares se hubiera ido tambien si no se muere antes. El periódico El Pueblo se acabó y con él se fue Daniel Samper. Dejamos solos a Maritza Uribe y Enrique Buenaventura. Y así. Las industrias y cadenas hoteleras internacionales emigran y los ingenios azucareros cada vez pertenecen menos a Cali. Pero ¡que maravilla! tenemos dos Mac Donals, siempre "open" como en Miami y un TrasMilenio, como en Bogotá, aunque sea de mentiras.
          ¿Por que no nos damos por enterados de lo que esta pasando en nuestras narices? La falta de liderazgo en esta ciudad es abrumadora: los líderes en ciernes no los seguimos o dejamos solos o rápidamente se desbaratan, corrompen, enloquecen, aburren, terminan en la cárcel o se van para Bogotá en donde se bogotanisan apenas dejan de comer "pam". ¿A que se debe nuestra apatía? A nadie parece importarle, por ejemplo, quien va a ser el próximo alcalde o gobernador. Margarita Londoño desapareció como deshojando margaritas, Gustado de Roux se callo como si Cali ya no lo necesitara, y Gustavo Álvarez Gardeazabal ahora solo sueña con su montón de votos que se le desvanecieron en el humo. En La Sagrada Familia, de Marx y Engels, hay una frase ejemplar: "Si el hombre es formado por las circunstancias, entonces, hay que formar las circunstancias humanamente." Es precisamente lo que no hacemos; por lo contrario entregamos la ciudad y la región a los mediocres o corruptos; dejamos que la cultura del narcotráfico, y con ella su pavorosa estética, las penetraran obscenamente por todas partes. Entre nosotros lo primero que se deja ver es que no somos los primeros sino los últimos; pero aquí nadie lo ve...tal vez por eso nos vemos de primeros; al fin y al cabo gano el América, ve.


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