Cali es un buen vividero (como dicen aquí) por su buen clima a lo largo del año, su fresca brisa marina de por las tardes, sus atardeceres dorados, sus bellos cerros, sus abundantes y extraordinarios árboles, sus muchísimos y hermosos pájaros y el silencio de murmullos de sus noches tropicales con o sin luna. No está tan contaminada y nada es demasiado lejos. La gente es amable y mucho si es conocida, y las mujeres hermosas, sensuales y variadas, no así los hombres lo que es uno de sus contrastes. El ruido, el desorden visual, el mugre, el abandono, el lumpen y el despelote urbanístico del subdesarrollo invaden las bellas calles de antes. Las vallas tapan el paisaje. Con un clima ideal para caminar por amplios y arborizados andenes, no los hay o están llenos de carros, vendedores y postes, y los caleños no saben caminar por aceras. Aquí “carro mata gente” y al contrario de las ciudades decentes se pretende que la “solución” sean agotadores puentes peatonales que con razón pocos usa...