En viejas fotografías se ve que a
principios del siglo pasado San Antonio y La Merced eran barrios de casas de
patios, un piso, paramentadas, de techumbres con aleros, y blancas. Al terminar
el siglo La Merced casi había desaparecido y casas, patios y solares de San
Antonio se habían subdividido, había ya bastantes segundos pisos y no pocos
edificios de tres y hasta cuatro. Los paramentos se habían perdido por los
voladizos (que se roban el espacio público) y esa dañina e inútil practica de
pretender ampliar las calles retrocediendo las nuevas construcciones; incluso
se llego a exigir antejardines. Aparecieron colores y enchapes, y su imagen
original habría desaparecido del todo si no hubiera sido por la oportuna
restauración de la casa de la Cámara de Comercio de San Antonio.
Semi
destruido lo viejo y semi construido lo nuevo, como casi todo en Cali, el
barrio conserva sin embargo su estructura urbano arquitectónica de tradición
colonial pues aun es de calles estrechas y casas de patios y techumbres. Es de
esta realidad que se debe partir para su conservación. Qué mantener de lo que
hoy hay y como. Qué retomar de su pasado y de que manera. Cómo enfrentar lo
nuevo que haya o se desee hacer.
La
reglamentación actual permite volver a los viejos paramentos mientras sean
predominantes en la cuadra pero sólo autoriza un piso y excepcionalmente dos.
Indica que las cubiertas tienen que ser de teja de barro con alero hacia la
calle, y que los vanos deben ser verticales, los colores claros y que están
prohibidos los enchapes (acatando así además, la ley colombiana de sismo
resistencia). Y sólo permite usos que no perturben su carácter residencial.
Lamentablemente los vecinos del barrio ignoran estas regulaciones y las
autoridades poco han hecho para darlas a conocer y hacerlas cumplir.
Aparte
de otros elementos del pasado, aun pertinentes, habría que retomar el color
blanco, mas necesario que nunca en razón precisamente de que la uniformidad
espacial y volumétrica del barrio ha sido alterada. Recuperaría algo de su
imagen colonial pues minimizaría muchos de los cambios realizados, que
justamente son resaltados con colores y enchapes ajenos a la tradición. Es
necesario enterrar las líneas eléctricas y terminar de hacerlo con las
telefónicas, y regularizar las calzadas y dar las áreas sobrantes a los
andenes. En algunos sitios se podrían hacer pequeñas plazuelas arborizadas. Es
urgente aumentar la capacidad de los parqueaderos diseñándolos mejor y
construir nuevos, de tal manera que no haya que seguir rompiendo las fachadas
para hacer garajes. Habría también que prohibir las subdivisiones en favor de
bi o tri familiares que mantengan la unidad de los predios.
Y
hay que tener en cuenta la simple necesidad de cambio. La mayoría de la
destrucción de la imagen de San Antonio se debe al deseo mal resuelto de sus
propietarios de cambiar, de estar a la moda. De ahí los colores y enchapes,
pero también los áticos y molduras “republicanos” que se sobrepusieron a las
sencillas fachadas de tradición colonial, en la primera mitad del siglo pasado,
y que ya son parte de la historia del barrio. Qué hacer al respecto de este
permanente e inevitable cambio es el aspecto mas controversial de cualquier
política de conservación urbano arquitectónica, pero en San Antonio no es el
prioritario.
Lo es, sí, impedir
sobrelevaciones, voladizos, áticos y retrocesos pues desfiguran el espacio de
sus calles y la volumetría de las casas que las conforman. Si se lograra
evitarlos, simplemente haciendo cumplir las normas vigentes, habría luego
tiempo para ocuparse de los otros y muy importantes detalles de su conservación
para que el barrio sea para todos los caleños el mas bello y democrático de la
ciudad. Entonces sí se podría exigir su consideración como de valor patrimonial
con su correspondiente rebaja de impuestos, como sucede en La Candelaria en
Bogotá. Todo un futuro mejor que las autoridades que dejan violar las normas y
los vecinos que las violan le están arrebatando a los demás….. y a ellos
mismos. Tiene la palabra Sr. Alcalde.
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