Una de las primeras
medidas de Lula fue la creación del Ministerio "da Cidade" con mucho
poder y presupuesto, un ministro importante, el saliente Gobernador de Rio
Grande do Sul, y técnicos reconocidos en la cuestión urbana y habitacional.
Reforzando la importancia que su gobierno le da a las ciudades su Ministro del
Ambiente declara que con la Amazonía serán sus prioridades. Sus periferias son
el asiento de gravísimas crisis sociales y ambientales, y es allí en donde se
deben solucionar.
Hay
que recordar que por primera vez en los centros urbanos vive mas del 50% de los
cinco mil y pico millones de habitantes de la Tierra y en Colombia casi el 80%.
Que Bogotá produce el 23% del PIB y aporta el 34% de los impuestos nacionales
(El Tiempo 8/3/2003), que consume mas del 50% de la gasolina y concentra buena
parte de la industria, el comercio, los bancos y las universidades mas grandes
e importantes del país. En sus cinco mayores ciudades vivimos 15 de los 45
millones que ya somos y en las intermedias 10 más; otros tantos en el resto de
sus mas de 1.000 municipios. En el campo quedan menos de 10. Todo en medio
siglo violento. Colombia se urbanizó tan aceleradamente que no ha tenido tiempo
de conformar verdaderas ciudades.
Un
ministerio de la ciudad podría hacer para todas lo que sus oficinas de
planeación no logran casi en ninguna: crear normas para la convivencia
ciudadana, diseñar y reglamentar su desarrollo urbano-arquitectónico y vigilar
que se cumpla. Pensar que todos los municipios pueden lograr un buen POT o que
funcionarios escasamente capacitados para el cargo puedan algo en las oficinas
de planeación es iluso. Y ni hablar de los lamentables alcaldes que en Colombia
suelen tener hasta las grandes ciudades. Pero Bogotá demostró que se pueden
cambiar las ciudades y ciudadanos como tales y que es lo que mas importa. Las
bibliotecas, colegios, parques, ciclorutas, plazas y andenes (a los que los
medios no les dan la importancia que tienen) que se hicieron en sus barrios
populares, y la mejora sustancial de su transporte público y educación
ciudadana, son el camino de la paz y no esos “diálogos” imposibles con una
guerrilla terrorista que todos los días demuestra que no le interesa la
conciliación y cuyo proyecto político añadido por la izquierda se derrumbó con
el muro de Berlín.
Ahora
que se fusionan ministerios era el momento de crear el de la ciudad y de unir
el de Educación con el de Cultura dejando de ver éste como solo del arte. Pero
seguimos sin entender la ciudad como escenario de la cultura (precisamente)
como lo dijo Lewis Mumford. La ciudad libera, educa y recrea; allí están las
oportunidades de comerciar y superarse; crea trabajo y empleo; allí se invento
y practica la democracia. Pero seguimos pensando solo en habitaciones sin
ciudad confiados en que esta viene después cuando es lo contrario. El Parque
Central de Nueva York se hizo cuando todavía estaba rodeado de terrenos sin
urbanizar, lo mismo los Campos Elíseos en París y el Paseo Bolívar en Cali,
cuando esta ciudad era más pequeña pero más ciudad. Los Metros de París,
Londres y Nueva York se hicieron cuando no eran mas grandes que la Cali de hoy;
y, como se demostró en Curitiba hace 30 años, el problema no es de dinero sino
de sentido común como sostiene su legendario alcalde Jaime Lerner.
Lamentablemente
las ciudades se siguen adecuando en Colombia, sobre todo Cali, a planes de
casitas en serie mal diseñadas y pobremente construidas, que son pensadas
apenas como un negocio de terratenientes y constructores. Los políticos en
general no valoran la real importancia cultural y social de la arquitectura y
el urbanismo sino que apenas recurren a la construcción como una actividad
económica que da rápidamente empleo informal y barato, proporcionando
habitaciones sin identidad ni urbanidad que sus propietarios terminan por tener
que rehacer mientras esperan que les pavimenten las calles o pongan el teléfono
que les prometieron para que votaran por ellos. En
este país de (muy deficientes) ciudades lo último que se piensa es en ellas.
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