La gran arquitectura siempre a estado al servicio de las clases dominantes y del poder. Desde los sacerdotes y faraones egipcios hasta los dictadores totalitarios de la primera mitad del siglo XX. Lo demás es construcción vernácula o popular. Sin embargo, desde hace varias décadas, coincidiendo con el llamado Movimiento Moderno, ese ideal del humanismo (del que habla Carlos Jiménez en su columna de hace unos días sobre la novena edición de la bienal de arquitectura de Venecia), se logró por fin al ponerla también al servicio del hombre común, concretamente de su vivienda. Lamentablemente la generalización trivial del que se denomino estilo internacional, la volvió también un problema de modas, o en el mejor de los casos de cuestionables vanguardias que ignoran las circunstancias y necesidades de cada lugar. Afortunadamente la conciencia de que con la sobrepoblación, el pésimo uso de los recursos no renovables y toda clase de con...