Durante los últimos 42 años las Bienales colombianas de arquitectura han jugado un
importante papel en la evolución de la arquitectura colombiana. Junto con la revista Proa, desafortunadamente ya
desaparecida, en las 19 bienales que se han
realizado desde 1962 está buena parte de la historia de la arquitectura moderna
en Colombia. Es el evento mas importante, divulgado y conocido del tema en el
país, pero lo ha sido casi exclusivamente en el ámbito de la profesión,
sobre todo últimamente, ya que a los medios y a la gente solo parece
interesarles lo que tengan de escandaloso, folclórico y hasta humanitario como
paso con la última.
Alarma
que lo que se muestra y premia en ellas, pese a que la arquitectura es con el
lenguaje lo que mas notoriamente identifica a una nación, no sea del interés de
políticos, intelectuales o periodistas. Las ciudades y edificios no parecen
tener entre nosotros un valor cultural, salvo algunos de los coloniales, ni
tener que ver con la identidad nacional. Así ocurre, por ejemplo, en textos
oficiales como Cultura en el TLC (Lecturas Dominicales, El Tiempo 08/08/2004)
de María Consuelo Araújo, Ministra de Cultura. El hecho es que a la
arquitectura, sobre todo a la actual, no se le da la importancia que se le
otorga a la literatura y a ciertas artes, especialmente a la pintura.
Sin
embargo, es evidente la importancia cultural de muchos de los edificios
premiados, mencionados o simplemente seleccionados. Pero preocupa que las bienales
han estado centradas en Bogotá o en los arquitectos bogotanos o que han
estudiado allá, y que cuando se hace su historia, obras como la de Borrero,
Zamorano y Giovanelli, Lago y Sáenz o Samuel García (todas estas en Cali), es
como si no hubieran existido por la simple razón de que fueron anteriores a su
inicio. O hay casos como el de Simón Vélez, ausente totalmente de ellas por la
simple razón de que nunca ha querido participar y no se ha hecho nada efectivo
para que lo haga.
Curiosamente,
pese a las importantes ausencias anotadas, la presencia de Cali en las bienales
ha sido permanente. No solo con obras, que han obtenido además premios, sino
con jurados y críticos. Y la seccional del Valle del Cauca de la SCA fue la
primera en instituir una exitosa muestra regional, la cual va en su sexta
edición. Pero preocupa que el papel de la Escuela de Arquitectura de la
Universidad del Valle, fundada mucho antes del inicio de las bienales y una de
las mas importantes del país, no haya sido mas destacado, como sí lo ha sido el
de otras facultades contemporáneas a ella, como la de los Andes o la Nacional.
En
las últimas bienales se puede ver la búsqueda de algunos de una arquitectura
propia pero lo que parece importarle a muchos es que sea diferente a la de
Rogelio Salmona (cuatro Premios Nacionales, un Premio al Diseño Arquitectónico,
el Premio a la Excelencia y dos Menciones de Honor), y no se distingue entre la
exploración seria de las tradiciones y la simple especulación folclórica. La
ecoeficiencia apenas se abre paso y el contexto, urbano o rural, poco se
considera. Antes de pasar de las bienales colombianas de arquitectura a las de
arquitectura colombiana habría que transformar lo que hasta ahora ha sido un
concurso en una muestra de la mejor arquitectura reciente del país; y ocuparse
de su correcta divulgación y socialización.
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