La
gran arquitectura siempre a estado al servicio de las clases dominantes y del
poder. Desde los sacerdotes y faraones egipcios hasta los dictadores
totalitarios de la primera mitad del siglo XX. Lo demás es construcción
vernácula o popular. Sin embargo, desde hace varias décadas, coincidiendo con
el llamado Movimiento Moderno, ese ideal del humanismo (del que habla Carlos
Jiménez en su columna de hace unos días sobre la novena edición de la bienal de
arquitectura de Venecia), se logró por fin al ponerla también al servicio del
hombre común, concretamente de su vivienda. Lamentablemente la generalización
trivial del que se denomino estilo internacional, la volvió también un problema
de modas, o en el mejor de los casos de cuestionables vanguardias que ignoran
las circunstancias y necesidades de cada lugar.
Afortunadamente la
conciencia de que con la sobrepoblación, el pésimo uso de los recursos no
renovables y toda clase de contaminaciones estamos poniendo en peligro la vida
misma en el planeta, nos está llevando a todos a pensar de otra manera. El
hecho es que en los países industrializados los edificios, muchos diseñados por
arquitectos, gastan en ser calentados e iluminados en los meses de invierno mas
de la mitad del total de la energía que en estas naciones se consume, y que sus
inodoros y orinales son lavados con agua potable. Por eso se está generalizando
rápidamente la búsqueda de una arquitectura sostenible, y desde luego en
nuestros climas tropicales cálidos o templados, en donde es tan fácil lograr
edificios ecoeficientes, el ignorarlo, como lamentablemente lo ignora la
mayoría de nuestros arquitectos, raya en lo criminal.
En
consecuencia hoy en día en el mundo se perfilan dos grandes corrientes
arquitectónicas: la que reclama el espectáculo, las publicaciones y las
bienales, como la de Venecia, mas preocupada por el arte, y la que se ocupa
también de la ecoeficiencia y la respuesta a las necesidades reales de cada
lugar ateniéndose a sus tradiciones y circunstancias, con sentido ético y no
solo estético. Y, en esta última, como dice el arquitecto Jorge Ramírez, solo
se ven dos salidas: los que buscan resolver los problemas mediante el uso de
tecnologías de punta y los que lo hacen recurriendo preferencialmente a la
optimización de las soluciones tradicionales, que suelen ser sostenibles, sin
caer en lo meramente folklórico o regresivo, y al uso de tecnologías apropiadas
pero solo cuando son imprescindibles.
Sin duda estas
ultimas tendencias son en nuestro caso lo pertinente. Sin embargo no podemos
dejar de ver la arquitectura de estrellas internacionales como Frank Gehry,
Peter Eisemann o Rem Koolhaas, por mas veleidosa que esta sea, pero hay que
hacerlo críticamente. Y por supuesto debemos mirar la arquitectura al servicio
de los hombres de figuras internacionales, por que tambien lo son, con Premio
Pritzker y todo, como James Stirling, Jorn Utzon, Tadao Ando, Álvaro Siza o
Glenn Murcutt. Ninguno de los cuales ha ido, que se sepa, a la Bienal de
Venecia pero en cambio todos han merecido la Medalla de Oro Alvar Aalto, quien
fue el primero en recibirla, dada solo nueve veces por los arquitectos
finlandeses y tal vez el premio internacional de arquitectura mas serio que
existe, y que el año pasado se otorgo, por primera vez, a un latinoamericano:
Rogelio Salmona.
Comentarios
Publicar un comentario