Por lo reciente y rápido de nuestra urbanización no hemos consolidado todavía una verdadera cultura urbana. Tampoco contamos con un ministerio o instituto dedicado a las ciudades, como en otras partes, y las secretarias de planeación y curadurías dejan mucho que desear. Confundimos lo que pasa en las ciudades con las ciudades mismas, ocupándonos de sus asuntos puramente políticos, económicos o sociales, pero ignorando invariablemente lo cultural. No las reconocemos en tanto que artefactos construidos por todos y menos aun como obras de arte colectivo, lo que nos parece en nuestra ignorancia un lujo prescindible. No nos hemos dado cuenta de que el orden de las prioridades si altera en este caso el producto. Que habría que ordenar y jerarquizar correctamente los programas de gobierno para que sus propuestas sean pertinentes y puedan reforzarse entre sí dentro de un propósito global. Y entender que las ciudades han sido siempre y al mismo tiempo artefactos, lo que en ellos les pasa a su...