El hecho es que entre mas arquitectos menos arquitectura. Antes sólo la había para los grandes: dioses, sacerdotes, reyes, príncipes y señores. Hoy a cualquier cosa, en cualquier sitio, para cualquier uso, construida de cualquier manera, con cualquier forma y diseñada por cualquiera, se la llama arquitectura. Y mucha la premian, la publican las revistas de arquitectura y la aplaude la prensa. Es su vieja relación con el poder, el arte y el gusto, sólo que ahora son otros. Avelina Lésper, en El fraude del arte contemporáneo , 2015, impugna convincentemente la idea de que el “significado” prevalece sobre las obras, cuestiona con ejemplos la enorme distancia entre las propuestas y las obras, y señala el problema ético de la copia. Y lo mismo sucede en la arquitectura contemporánea, al fin y al cabo también arte, con la llamada “arquitectura espectáculo” en la que prima la arbitrariedad de sus formas sobre el contexto urbano en el que se encuentra, y es irresponsable su olvido de la s...