Quizás el Congreso de Cúcuta de 1821 se
equivocó al pensar que lo que se necesitaba para aglutinar la nueva República
era una nueva capital y no una carretera que uniera las que ya existían desde
mucho antes. Por lo demás podría también llevar el nombre "del Libertador
Bolívar" que escogieron desde el principio para la nueva ciudad. El hecho
es que para ir de Caracas o Bogotá a Quito, o viceversa, no hay mas remedio que
pasar por La Línea. Vencer su paso debería ser un propósito multinacional. En
lugar de comprar costosos (pero anticuados) aviones, buques y submarinos de
combate para amenazarse mutuamente, estos países deberían invertir allí. Es
mejor el comercio que la guerra, como finalmente lo descubrieron en Europa
después de muchas guerras. Ejemplo que se apresuraron a seguir los países
(sería mejor decir, las ciudades) que conforman Mercosur. Lo mismo podría
decirse del Pacto Andino, pero sin transporte terrestre económico no hay pacto
que valga, y el de Colombia es uno de los más caros del mundo. Además,
considerando la difícil topografía que separa estos países y sus diferentes
regiones entre sí, son más costosos los ferrocarriles por lo que no queda más
remedio que construir excelentes carreteras.
Por
supuesto, este tipo de proyectos, que en otras partes serían adelantados por el
estado y la empresa privada, aquí tendrían que serlo solo por esta última, y
con la participación de capitales multinacionales, por la simple razón de que a
nuestros políticos no les interesan por que acabarían con sus electorados
cautivos e ignorantes, en la medida en que la integración no solo permite el
comercio sino también las transculturaciones, que son la base de una verdadera
educación. Tener una autopista entre Caracas y Quito sería ejemplar para estos
países. Tal vez en pocos años se podría viajar con placer, rapidez y seguridad
entre ellos. Serían vías hacia otras personas y paisajes. Hacia otras
variaciones de nuestra común cultura y pasado. Ya nadie entendería para que
comprar costosos submarinos, buques y aviones de combate para amenazarse
mutuamente en lugar de invertir en mejorar las comunicaciones entre nuestros
"pueblos hermanos" como dicen permanentemente pero con cinismo, o por
lo menos con superficialidad, los políticos nacionalistas de todos ellos. Subir
y bajar La línea está justo en el centro de toda esta problemática que
precisamente se comenzaría a resolver con un túnel, como se ha insistido periódicamente
a lo largo de muchos años.
Pero
el Túnel de la Línea, del que se dice acortaría el trayecto Bogotá-Buenaventura
en una hora y media, no es suficiente. Habría que construir una doble calzada,
con sus respectivas bermas, pues la solución de un tercer carril para el
trafico pesado es a medias en la medida en que tendría que ser prácticamente
continuo, y tanto para los que suben como para los que bajan, es decir, cuatro
carriles; los que, considerando la topografía, es mucho más fácil tenerlos
separados. Además serán necesarios otros túneles y numerosos viaductos y por
supuesto esta verdadera autopista no podrá pasar por Cajamarca, en donde la
carretera actual es a la vez la calle principal de la población, de la que sale
su famoso puente, construido a mediados del siglo y uno de los más largos y
altos del país, que pasaría, junto con la vieja carretera, a ser una ruta
secundaria y turística para recorrer lo que debería ser el Parque Nacional de
La Línea, con sus palmas de cera a las que desde ya hay que proteger. También
habría que reglamentar los usos del suelo a lo largo de las nuevas calzadas
para evitar su inmediata tugurización, y dotarlas de todos los servicios que
requiere una vía de estas características, incluyendo la Policía Vial.
¿Utópico? Lamentablemente si. Pero hay que preguntar de nuevo ¿por que en este
país no se puede tener una verdadera autopista? Al menos se debería diseñar un
plan maestro que guíe las inversiones en la carretera actual, comenzando, claro
esta, por el Túnel de La Línea. Salir del subdesarrollo no es solamente un
problema de recursos; también lo es de propósitos.
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