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¡Ay Manizales...!. 07.10.1999


El conocido pasodoble, himno casi de la ciudad, es ejemplo de su autenticidad; no la de la originalidad sino la del carácter. No en vano Manizales ha manejado el café por más de un siglo. Su participación económica, política, social y cultural en el país ha sido importante y permanente. De las pocas ciudades colombianas que no se dejaron del narcotráfico ni del ladrillo a la bogotana, allí, "primero es el peatón". Montando la montaña su emplazamiento es espectacular (digno de un edificio de Rogelio Salmona) y sus bellísimos paisajes penetran sus inclinadas calles, que con frecuencia son escaleras, hasta el mismísimo corazón de la ciudad. Su contundente Plaza de Bolívar (premiada en la XIII Bienal de Arquitectura Colombiana) es, con la de Bogotá (recuperada a principios de los 60 por Fernando Martínez) y las de unas pocas poblaciones boyacenses como Villa de Leyva (olvidadas tal cual eran), las únicas plazas en el país que aun lo son. No fue preciso el gesto republicano de volverla parque, siguiendo el ejemplo de los revolucionarios franceses, pues nunca fue Plaza Mayor. Presidida por su imponente catedral y la vieja y bella Gobernación, la topografía le imprime carácter; como se lo imprime al Cementerio, el más bello del país, al edificio de Bellas Artes, cual faro a la entrada del sur, a la íntima plaza de toros y a muchos edificios de la ciudad que ineludiblemente se asoman a las lomas que la rodean al otro lado de las cañadas que la circundan. Como el Club Manizales, de Obregón y Valenzuela, cuya sugestiva secuencia de espacios que llevan a la vista, y su discreción hacia la calle, piden suprimir sus desafortunadas intervenciones recientes para que sea Monumento Nacional como lo son otros destacados edificios modernos en Colombia.
          La arquitectura de Manizales está estrechamente asociada al bahareque desde finales del siglo pasado. Este sistema constructivo, en sí sismorresistente, sustituyó la tapia pisada inicial, y pasó de ser recubierto con barro y cagajón a serlo con las laminas metálicas con las que se modelaron las formas academicistas de sus increíbles edificios de principios de este siglo. Hoy, recubierto con pañetes de cemento, promete una arquitectura contemporánea propia y apropiada si se deja de lado el uso solamente folklórico y emocional de la guadua. Enamorados de su tradición arquitectónico-constructiva y conscientes de su peculiaridad, los caldenses quieren que la vecina Salamina y el centro histórico de Manizales, ya Monumentos Nacionales, sean declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Esto evitaría, aun más, errores como la demolición de los palacios Nacional y Municipal y los absurdos edificios altos en el centro. En esta dirección hay que ver el primer Encuentro Internacional de Arquitecturas Republicanas recientemente realizado en la ciudad con envidiable éxito por la Fundación Fondo Cultural del Café y el Departamento de Arquitectura de la Universidad Nacional Sede Manizales. Más de cuatrocientas personas, la mayoría estudiantes de arquitectura de todas partes del país, escucharon conferencistas de Portugal, Puerto Rico, Venezuela, Argentina, Chile y Colombia.
          Fundada solo a mediados del siglo pasado, Manizales, con apenas cuatrocientos mil habitantes, es más ciudad que otras agobiadas por un crecimiento reciente demasiado rápido e incontrolado. Y abarca más territorio. Desde sus miradores y calles embalconadas se puede ver a lo lejos y abajo el caluroso Cauca y la Cordillera Occidental, y vislumbrar el Pacifico o al menos sus luminosas tempestades. Al otro lado, muy arriba, el Parque de los Nevados y los más de cinco mil metros helados de las nieves del Ruiz. Tiene pues todo para enfrentar la grave crisis actual del café. Paisajes, climas, eventos, arquitecturas y sobre todo gentes con carácter que la lleven a la industria del turismo y el tiempo libre. Solo le faltan carreteras. La doble calzada a Pereira la pondría a algo menos de cuatro horas de Cali, es decir, poco más de lo que se toma ir de la capital del Valle a Popayán. Con una verdadera autopista el Gran Cauca quedaría nuevamente unido por cinco horas de camino. Manizales se lleva en el alma, como sigue el pasodoble, pero que bueno que quedara más a mano.

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