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Caminar en Cali. 07.09.1998


No es fácil, ni seguro, ni agradable. Por lo demás, aparte de las caleñas, los peatones, como los que manejan en Cali, tampoco tienen mucho que mirar. Solo trampas: huecos, escalones, rampas, pisos lisos, tapas mal puestas, postes y tensores. Los andenes son estrechos. Si no están semidestruidos, o simplemente no existen, están llenos de escombros y basuras o invadidos por carros que se montan en ellos o se estacionan del todo. O por vendedores,  mecánicos, cerrajeros y similares que los usan como su lugar de trabajo, obligando a los peatones a circular por las calzadas con peligro para ellos y los automóviles.
          En la medida en que el transito vehicular es más denso o rápido, es más difícil usar las calles ya que la gran mayoría carece de semáforos peatonales. Los que aquí llaman así no lo son de verdad pues dan vía al peatón, junto con los carros, y no exclusivamente a ellos, es decir, que solo es posible hacer un cruce al tiempo y no cuatro. Esto presupone que en el centro habría que circular haciendo complicados y demoradísimos recorridos en zig zag.
          Es corriente ver en las Avenidas, que son como ríos (feos y sucios) que dividen la ciudad, gente corriendo entre los carros para poderlas cruzar, pues no hay suficientes semáforos y  sus puentes peatonales, cuando existen, no sirven casi para nada.  A lo largo de toda la 5a. por ejemplo, solo hay ocho, lo que quiere decir que en muchos casos habría que desplazarse varias cuadras para encontrar uno y rehacer el camino en sentido contrario, cosa que por supuesto nadie hace, con toda razón. Como con toda razón, muchos peatones no usan  los puentes, pues implican subir casi seis metros para bajarlos inmediatamente, para no hablar de ancianos y minusválidos que simplemente no pueden usarlos. Creer que pueden subir las largas y desapacibles rampas con que algunos cuentan (¡ a veces solo las tienen a un lado!) pues ninguno tiene ascensores, o que es posible -y deseable- poner puentes en todas las esquinas de la ciudad, es un ejemplo contundente de la falta de seriedad con que se responde aquí al derecho (constitucional) a la libre circulación.
          Lo peor es cuando las autoridades, que se supone son responsables de prohibirlas y eliminarlas, ponen barreras por todas partes. Por ejemplo, en un lugar tan importante como la Avenida Colombia, los enormes soportes para una (dudosa) iluminación fueron colocados en medio de sus estrechos andenes, tapando los bellos postes y pérgolas Art deco construidos al final de los 30. Y las señales de transito llenan vergonzosamente la ciudad, pues cuando  se ponen nuevas no se retiran las viejas, y  porque al contrario de lo que se busca en otras ciudades, no se colocan en  semáforos y luminarias sino que cada una tiene su propio sostén, puesto donde caiga.
          Pero en realidad el problema es la sumisión e ignorancia con que muchos peatones soportan este estado de cosas, y la arrogancia y brutalidad con que muchos conductores pasan por encima de su derecho a compartir con ellos los cruces. Actitud que lleva a la violencia cotidiana y que solo cambiará con educación. Comenzando por los responsables del diseño de calzadas y andenes, de la colocación de postes y señales, y de la circulación de peatones y vehículos. Hay que invitarlos a caminar por Cali, ya que muchos de ellos solo la recorren en carros oficiales. Y desde luego a los medios de comunicación, que contribuyen a que la mayoría de los caleños solo tengan como referencias las mentiras bondadosas que se dicen sobre su ciudad. Es lamentable que privilegien vulgaridades que confunden las opiniones con el conocimiento, la bulla con la alegría y el progreso con las modas pasadas de moda, mientras descuidan la calidad de la vida urbana, la que principia por los espacios públicos y sus usos.  Hay que conocer otras ciudades y otros comportamientos, pues en otras partes ya aprendieron hace tiempo que las ciudades son para los ciudadanos: ciudadanos que caminan; así parezca simple. Pero como se ve, en Cali no lo es.
         

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