No es fácil, ni seguro, ni agradable.
Por lo demás, aparte de las caleñas, los peatones, como los que manejan en
Cali, tampoco tienen mucho que mirar. Solo trampas: huecos, escalones, rampas,
pisos lisos, tapas mal puestas, postes y tensores. Los andenes son estrechos.
Si no están semidestruidos, o simplemente no existen, están llenos de escombros
y basuras o invadidos por carros que se montan en ellos o se estacionan del
todo. O por vendedores, mecánicos,
cerrajeros y similares que los usan como su lugar de trabajo, obligando a los
peatones a circular por las calzadas con peligro para ellos y los automóviles.
En
la medida en que el transito vehicular es más denso o rápido, es más difícil
usar las calles ya que la gran mayoría carece de semáforos peatonales. Los que
aquí llaman así no lo son de verdad pues dan vía al peatón, junto con los
carros, y no exclusivamente a ellos, es decir, que solo es posible hacer un
cruce al tiempo y no cuatro. Esto presupone que en el centro habría que
circular haciendo complicados y demoradísimos recorridos en zig zag.
Es
corriente ver en las Avenidas, que son como ríos (feos y sucios) que dividen la
ciudad, gente corriendo entre los carros para poderlas cruzar, pues no hay
suficientes semáforos y sus puentes
peatonales, cuando existen, no sirven casi para nada. A lo largo de toda la 5a. por ejemplo, solo
hay ocho, lo que quiere decir que en muchos casos habría que desplazarse varias
cuadras para encontrar uno y rehacer el camino en sentido contrario, cosa que
por supuesto nadie hace, con toda razón. Como con toda razón, muchos peatones
no usan los puentes, pues implican subir
casi seis metros para bajarlos inmediatamente, para no hablar de ancianos y
minusválidos que simplemente no pueden usarlos. Creer que pueden subir las
largas y desapacibles rampas con que algunos cuentan (¡ a veces solo las tienen
a un lado!) pues ninguno tiene ascensores, o que es posible -y deseable- poner
puentes en todas las esquinas de la ciudad, es un ejemplo contundente de la
falta de seriedad con que se responde aquí al derecho (constitucional) a la
libre circulación.
Lo
peor es cuando las autoridades, que se supone son responsables de prohibirlas y
eliminarlas, ponen barreras por todas partes. Por ejemplo, en un lugar tan
importante como la Avenida Colombia, los enormes soportes para una (dudosa)
iluminación fueron colocados en medio de sus estrechos andenes, tapando los
bellos postes y pérgolas Art deco construidos al final de los 30. Y las señales
de transito llenan vergonzosamente la ciudad, pues cuando se ponen nuevas no se retiran las viejas, y porque al contrario de lo que se busca en
otras ciudades, no se colocan en
semáforos y luminarias sino que cada una tiene su propio sostén, puesto
donde caiga.
Pero
en realidad el problema es la sumisión e ignorancia con que muchos peatones
soportan este estado de cosas, y la arrogancia y brutalidad con que muchos
conductores pasan por encima de su derecho a compartir con ellos los cruces.
Actitud que lleva a la violencia cotidiana y que solo cambiará con educación.
Comenzando por los responsables del diseño de calzadas y andenes, de la
colocación de postes y señales, y de la circulación de peatones y vehículos.
Hay que invitarlos a caminar por Cali, ya que muchos de ellos solo la recorren
en carros oficiales. Y desde luego a los medios de comunicación, que
contribuyen a que la mayoría de los caleños solo tengan como referencias las
mentiras bondadosas que se dicen sobre su ciudad. Es lamentable que privilegien
vulgaridades que confunden las opiniones con el conocimiento, la bulla con la
alegría y el progreso con las modas pasadas de moda, mientras descuidan la
calidad de la vida urbana, la que principia por los espacios públicos y sus
usos. Hay que conocer otras ciudades y
otros comportamientos, pues en otras partes ya aprendieron hace tiempo que las
ciudades son para los ciudadanos: ciudadanos que caminan; así parezca simple.
Pero como se ve, en Cali no lo es.
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