Pronto habrá una nuevo motivo para ir a
Popayán: se instalarán semáforos con "forma de farol colonial ".
Únicos en el mundo, sin duda. Como única en el mundo es semejante ridiculez.
Desde luego los carros son molestos en el centro histórico, principalmente por
el ruido. Pero simplemente habría que sacar el transito principal del centro,
reducir las calzadas de sus anchas calles, aumentar sus estrechos andenes,
restringir la circulación automotor (de acuerdo con los días y las horas y los
lugares) prohibir pitar y pedir que la gente vuelva a caminar. Como en
cualquier centro histórico. Especialmente, en uno tan pequeño que podría ser
peatonalizado del todo, comenzando por el Parque de Caldas. Proponer que se
usen bicicletas y victorias (como en Palmira o Cartagena...o Ámsterdam) es por
supuesto pedir demasiado.
Pero no. Todo esto es demasiado
sencillo, barato y bonito para un alcalde que necesita un costoso estudio para
enterarse de que los semáforos se utilizan para regular los cruces de los
carros con otros carros y con los peatones. Hay que inventarse, entonces, unos
semáforos con forma de "faroles coloniales" y comenzar a tugurizar de
nuevo las calles de Popayán. Seguirán los postes, los cables, los
trasformadores, los avisos, las propagandas y las casetas -todos
"coloniales" claro está- que comenzarán a tapar nuevamente los
blancos paramentos y aleros que se recuperaron después del terremoto. Las
muchas casas, claustros e iglesias, restaurados con acierto, ya no podrán
contar con sus calles tradicionales. Es dejar que el desorden y el mal gusto de
la ciudad actual se apodere nuevamente del viejo y bello centro. Habrá un nuevo
motivo para ir a Popayán pero se perderán los otros. Ya no habrá necesidad de
tentar a la guerrilla para llevar los visitantes hasta allá los domingos. Solo
lo harán los amantes del circo barato. Y eso: en Cali lo tienen en casa, pues
aquí, por ejemplo, en lugar de poner mas semáforos, como corresponde a una
ciudad "moderna", se los quita.
La
destrucción del patrimonio urbano y arquitectónico, solo explicable por la
codicia, la corrupción y la ignorancia, es una forma de violencia, acentuada,
lamentablemente, en el sur-occidente colombiano. Olvidar la clara vocación
turística, cultural y universitaria de Popayán, basada en sus tradiciones y
patrimonio urbano y arquitectónico, que representan una ventaja económica y social nada despreciable, es inaudito. Pero
evitar la desaparición del patrimonio requiere tanto su conocimiento y
conservación como garantizar su continuidad histórica. Para ello se debe
incorporar al presente y no sólo inscribirse en un supuesto pasado ideal. No se
reduce a asuntos solamente técnicos de la restauración, sino que implica su
valoración crítica y su revitalización y
adaptación al presente. Modernidad que no es, desde luego, llegar
pitando con los carros particulares a cualquier sitio a donde se vaya. Eso es
la barbarie.
Como
escribió Theodor W. Adorno: "En cuanto una tradición cultural no está ya
recorrida por una energía sustancial y de vasto alcance sino que se la invoca
porque es bonito contar con una tradición, lo que pudiera quedar de ella se
disuelve para poder llegar a ese fin.
Quien piense que lo originario se deja establecer partiendo de la
voluntad, incurre en un romanticismo sin esperanzas y la modernización del
pasado viola y daña ese originario; pero si quisiéramos renunciar radicalmente
a la posibilidad de experimentar lo tradicional, por un exceso de fidelidad a
la cultura, nos entregaríamos a la barbarie.
El hecho de que, obremos como obremos, nos equivocamos, revela por
doquier que el mundo se ha salido de madre."
Popayán
se va a salir de madre. Los que piensan que el terremoto la destruyó se equivocan:
la comenzaran a destruir los semáforos, más por su forma falsa de farol
colonial, que no los hubo allí antes, que por semáforos. El costoso estudio ha
debido ser para saber como resolver el problema de los carros sin afectar aun
más el centro histórico.
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