No. No se trata de la Santiago, ese
monumento al mal gusto. Es solo que si la Universidad del Valle fuera antigua,
seguramente se llamaría así. Como la de Bolonia o la de París, como Oxford o
Cambridge o Hilderberg, en fin, la de Salamanca (la de Brasilia no es una
excepción) o tendría nombre propio como
la Sapiensa o Harvard o Yale, o El Rosario o Los Andes. Si estuviera en la
capital seria La Nacional, o La Central de Venezuela o la UNAM. Pero como es
"regional" se llama como el MIT, el IIT o la de Antioquia. Lo de
Univalle suena a sindicato.
Pero
fueron justamente los sindicatos de trabajadores y empleados estatales,
incluyendo el de los profesores universitarios, los que en su último paro
lograron el compromiso del gobierno (avalado por los Ministros del Interior y
Trabajo y el Viceministro de Hacienda) de cumplir con los aportes previstos
para las universidades públicas (Ley 30 de 1992) y de apoyar los procesos de
saneamiento de sus finanzas y la reestructuración de sus obligaciones
financieras. También se comprometió a buscar acuerdos con los profesores sobre
el sistema universitario estatal y a establecer mecanismos que garanticen el
correcto uso de los recursos destinados a la educación.
Mientras
se levantaba el paro se gestaba, por iniciativa de un sector del profesorado de
La del Valle, el foro que se llevó a cabo la semana pasada, organizado por El
País, marcando una reveladora diferencia entre el interés de su director por
los asuntos de su ciudad y la indiferencia capitalina por una universidad que
miran y tratan como de "provincia" (esa provincia que finalmente toca
"despejar"). Como era de esperar, se concluyó en la necesidad de
re-estructurarla, pero quedaron las diferencias sobre el cómo. Al contrario de
lo que afirmó el Ministro de Educación, La del Valle no deberá ser la mayor
"empresa" regional sino seguir siendo una de las más importantes
universidades del país y tener como meta ser de las mejores de Hispanoamérica,
al menos. Una universidad pública no es una empresa comercial. No se trata de
la universidad que "necesitamos" como lo entienden los industriales
que la proponen (para eso están los politécnicos privados, que no
universidades) sino la que la sociedad "debe".
Si
bien La del Valle se fundó más como un politécnico, en los últimos años comenzó
a ser una verdadera universidad. Una de las que con toda seguridad se
conservarían, de las más de 30 públicas que existen, si se hiciera caso a la
muy pertinente recomendación del Dr. Rodolfo Llinas, en el sentido de que este
país solo necesita pocas pero muy buenas universidades. La creación de su
Facultad de Artes -que los industriales creen que no necesitan pero que sería
un aporte al pobrísimo diseño de sus productos, que los haría exportables y
competitivos- fue un paso fundamental para que se comenzara a transformar,
además de que jugaría un importantísimo papel en el lamentable estado
arquitectónico y urbano de esta ciudad.
Con
la escogencia de su nuevo rector -que no su gerente- se dará un paso definitivo
en su reorientación. Al provincialismo de un "vallecaucano" para la
"mayor empresa" del "Valle" (¿que es el Valle?) se deberá
anteponer una convocatoria pública internacional para rector de una universidad
debidamente financiada -y fiscalizada- y con un profesorado bien pagado, como
se hace en muchas partes en donde no se confunden las empresas con las
universidades (o con ¡los ejércitos!) y en donde los gobiernos no dicen una
cosa para levantar paros y otra para evadir su deber para con la educación
pública. El que sus profesores sean buenos y eficientes será tarea de ese rector,
en la que necesariamente fracasara si es escogido por los profesores, como lo
demuestra el estruendoso revés del cogobierno que poco a poco instauraron en
todos los niveles. Por lo contrario, lo deberá ser por un Consejo Superior (de
verdad) conformado no por "representantes" sino por autoridades académicas reconocidas, práctica
que se debería extender a todos los cargos de dirección. Sería una nueva
universidad, y solo por tradición habría que mantenerle su nombre.
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