Como dice Antonio Caballero de los
presidentes colombianos, desde hace unos años los alcaldes de Cali son cada uno
peor que su antecesor. La ciudad urge uno bueno.
Uno
que prohíba pitar por todo y para todo; que castigue duramente a los choferes
cuando se pasen el semáforo en rojo; que baje los carros de los andenes; que
recupere éstos para los peatones y que a estos los discipline para que sólo
crucen las calles por las esquinas.
Que
restrinja la circulación de carros particulares por el centro de la ciudad.
Que
suspenda la rumba desenfrenada y escandalosa después de las 12 de la noche y
que silencie la ciudad el resto del día.
Que
la limpie.
Que
se ocupe seriamente del transporte masivo y que realmente haga algo por la
seguridad de sus ciudadanos.
Que
no deje invadir los antejardines y mucho menos construirlos. Pero que construya
parques, colegios y bibliotecas.
Que
elimine para siempre los pasacalles y propagandas que tapan los cielos y cerros
de la ciudad.
Que
haga verdaderos monumentos con artistas verdaderos y de bronce de verdad.
Que
recupere los espacios públicos de la ciudad y promueva concursos de
arquitectura para sus diseños y licitaciones limpias para su construcción.
Que,
sobre todo, instaure una reglamentación urbana lógica, sencilla y taxativa.
En
pocas palabras que tenga una idea clara y culta de lo que es una ciudad y la
honradez y valor civil para realizarla.
Enrique Peñalosa no podrá ser reelegido
en Bogotá por que lo impiden las leyes vigentes (ideadas por los politiqueros
para poder turnarse en el despojo del erario en beneficio propio) pero sí puede
ser alcalde de Cali: solo tendría que vivir un par de años en la ciudad.
Mientras tanto hay que buscar alguien en ella que, como Castro y Mockus lo
hicieron en Bogotá, organice sus finanzas públicas aunque no pueda hacer nada
más. Al fin y al cabo esto sería preferible a las "obras" emprendidas
en Cali por sus últimos alcaldes o las que (afortunadamente) no pudieron llevar
a cabo por que ya no tuvieron con qué. Como la triste "remodelación"
de la Avenida Sexta, en el primer caso, que además de errada quedó incompleta,
o la ampliación a medias de la Avenida de Circunvalación, que provocará la
destrucción del Parque del Acueducto, en el segundo.
Cali
no resiste más improvisaciones: precisa urgentemente un alcalde preparado para
serlo. Alguien que pueda presentarles a los caleños el proyecto coherente de
una verdadera ciudad pues peligrosamente se están acostumbrando a no tenerla.
¿Como explicar de otra manera su indiferencia ante la demolición de dos de las
últimas manzanas de lo que hasta hace poco todavía fue su centro histórico? Dos
millones de habitantes sin ciudad es, sin mayores dudas, una verdadera bomba de
tiempo.
Si
a Peñalosa no le interesa ser alcalde de Cali (se preparó varios años para serlo
de Bogotá) al menos con su ejemplo será más fácil buscar uno realmente bueno
para la ciudad; alguien que no prometa promesas para ignorantes sino uno que
demuestre su preparación (y la de su equipo de trabajo) y convenza a los
electores con sus propósitos. Y, desde ya, buscar que su reelección sea
posible: si la merece.
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