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¡Por favor!. 21.10.1998


Primero fue el embeleco de pasar la Alcaldía al edificio de la FES pasando por alto que la administración pasada lo compro para centro cultural. Después, con un rápido chasquido de dedos, se pretendió transformar la vieja bodega de la estación ídem en nada menos que una cárcel de emergencia.  Ahora, en todo un acto digno de la mejor prestidigitación, nos dicen que se ha propuesto convertir el recién restaurado (a medias) Palacio Nacional de Justicia, que es como se llama, en la estación central del futuro metro. Solo falta que se proponga trasladar a los vendedores de la calle al CAM. ¡Por favor!
          Como es difícil pensar que en la Administración Municipal nadie jamás haya estado en una estación de metro, o en una cárcel o en una verdadera alcaldía, o que no conozcan ni la FES, ni la bodega de los ferrocarriles ni el Palacio Nacional, cabe preguntarse qué se esconde detrás de esta afición tan suya a jugar a esta especie de perverso ajedrez urbano. Como también cabe preguntarse que hay detrás de la sospechosa ingenuidad con que los periodistas locales le dan semejante despliegue a semejantes sandeces que ni siquiera llegan a ser de verdad chistosas.
          Sobre todo cuando la única jugada real, deseable y posible de este macondiano juego poco científico y más vale burlón, fue la que propuso hace unos meses Carlos Jiménez en su columna Zoom, en estas mismas paginas, y que consistía en trasladar la Alcaldía -no la Administración Municipal, sino solamente la Alcaldía- al Palacio Nacional. Así, el manejo de la cosa pública regresaría a la que fue Plaza Mayor de la ciudad. Ni el Alcalde ni los periodistas le pusieron las más mínimas bolas. Se entiende: se trataba de una propuesta seria, viable y deseable, y, sobre todo, poco escandalosa.
          A principios del siglo XX la vieja Plaza Mayor de Cali, a la que previamente se había cambiado de nombre, fue transformada en el Parque de Caicedo que hoy conocemos, imitando de lejos en el tiempo y la distancia a los revolucionarios franceses que, buscando un símbolo que remplazara a los de la monarquía y la iglesia, recordaron el amor de Rousseau por la naturaleza e in­ventaron los Árboles de la Libertad. Las estatuas de los reyes cayeron y en su lugar se ordenó la siembra de árboles en el centro de las plazas, que representaran la flora de cada región. 30 años después Nariño introdujo este rito republicano en la antigua Plaza Mayor de Santa Fe con la siembra de un arrayán en donde había estado el cadalso virreinal.
          A fi­nales del XIX ya la generación republicana había impuesto la moda de encerrar las plazas y convertirlas en pequeños jardines geométricos, con estatuas de próceres y nostalgia de naturaleza. El Parque del Centenario en Cartagena, el de San Nicolás en Barranquilla, el García Rovira en Bucaramanga, el de Bolívar en Medellín, el de Chapinero en Bogotá son algunos ejemplos. Finalmente, sin que ya nadie supiera de que se trataba, a lo largo de la primera mitad de este siglo se sembraron árboles y palmeras en todas las plazas colombianas pues solamente se seguía la moda de los nuevos parques de la capital y las otras ciudades importantes. Se salvo la de la Villa de Leyva.
          Regresar la alcaldía al Parque de Caicedo, que sigue siendo la "plaza" central y más importante de la ciudad, sería comenzar su verdadera recuperación como tal y darle la mejor utilización al Palacio Nacional. Y por supuesto allí, no en el Palacio, sino debajo la Plaza, deberá estar una estación del Metro, junto con un gran parqueadero publico. Recuperar el esplendor y significado de las plazas es importante pues son el espacio más simbólico de las ciudades. Y el más democrático: la violencia que en este país comenzó en sus campos solo terminara en sus plazas recuperadas. Los parques deben ser otros espacios. ¿Cuando entenderán los Alcaldes Populares que mejorar los espacios urbanos de la ciudad - las plazas y los parques, las calles y las avenidas- es lo verdaderamente importante? Proponer la metamorfosis de edificios que son parte del patrimonio construido de la ciudad es simplemente una manera torpe de destruirlos como tales. ¡Jaque Mate!

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