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¿Por qué la recta no es una autopista de verdad?. 13.07.1998


Que rico que en Cali que se pudiera ir al mar, o a Popayán o a Manizales, como se puede ir de Caracas a la Guaira o de Sâo Paulo a Santos. O como se podría ir de Cali a Palmira. Pero desgraciadamente por La Recta, además de hatos enteros que pastan gratis en ella, circulan trenes de caña, maquinaria agrícola, carretillas, carretas de mano, motonetas, ciclistas y carreras de bicicletas (fue ciclovía dominguera) gente de a caballo y de a pie, paseantes y romerías, aficionados al jogging  de aliento, burros que parecen perdidos, patinadores y hasta locos en silla de ruedas y de los otros -con frecuencia en contra vía- que ponen en peligro la circulación. Y le han ido apareciendo industrias malolientes, restaurantes, moteles, ventas y ventorrillos y entradas nuevas a viejas fincas y a nuevas propiedades, para no hablar de las inútiles y vallas y vallas y vallas de propaganda que se tapan entre si y entre todas ocultan el paisaje, y de las basuras que la comienzan a invadir. La Recta esta en camino a convertirse en una monótona, peligrosa, sucia y fea vía, como tiende a pasar con las carreteras colombianas, que en un peculiar proceso de conurbación se transforman en largas calles que unen mal centros urbanos distantes y hacen mas difícil y peligroso el disfrute visual de nuestros alabados paisajes y campos.
          Con el paso de los años a La Recta se le han hecho mejoras. Hace unas décadas se construyo una segunda calzada. Después dos cruces a dos niveles. Recientemente se ampliaron sus carriles y se la doto de bermas adecuadas  (la palabra correcta es  arcén) y, en el momento, se amplían sus puentes para que estas puedan ser continuas. Hasta se ha programado uno nuevo sobre el río Cauca. De otro lado tiene peaje desde hace muchos años y cuenta con vías pavimentadas alternas que permiten ir a Palmira, al aeropuerto y al norte del departamento a los que no quieran pagarlo o no cumplan con los requisitos para usar una vía rápida y segura. Tiene también una amplia zona que permite su futura ampliación y que la aleja suficiente de lo que pasa en sus bordes. Es decir, cumple con casi todas las condiciones de una verdadera autopista. Pero, es curioso, nunca se ha pensado en serio reglamentar los accesos directos a ella, los vehículos que la pueden transitar y el uso del suelo a sus costados, que debería ser solamente agropecuario.
          Desde luego sería fundamental cerrarla y habría que complementar con barreras metálicas los sardineles que se construyeron hace poco sobre su separador central, para aislar adecuadamente los carros de los árboles  -que a buena hora se sembraron en el-  y quitar algunos que están peligrosamente cerca de las calzadas. También habría que señalizarla adecuadamente, construir algunas vías transversales y dos nuevos cruces, y completar las orejas de los existentes, para canalizar a través de ellos los accesos futuros, y los existentes, en cuya autorización para que fueran directos se paso por alto que La Recta se construyo adquiriendo los terrenos por los que pasa y que por lo tanto no tenia en su inicio ninguna servidumbre. También habría que iluminarla. Es curioso que mientras se iluminan carreteras secundarias por las que no pasa nadie de noche (no es conveniente hacerlo recomiendan en la Brigada) La Recta, que tiene  abundante trafico nocturno, no lo esté. Y habría que eliminar toda propaganda y poner vigilancia pues lo único que casi nunca circula por ella es la Policía Vial.
          ¿Por que no podemos tener en este país una verdadera autopista? El subdesarrollo no es solamente un problema de recursos. También lo es de mentalidades y de actitudes, y quizás de gustos. ¿Será que nos contentamos con llamar autopistas a vías que no lo son, como nos contentamos con solo hablar de la paz? ¿Por que admiramos las dobles calzadas pero ignoramos su inmediata tugurización? En el caso de La Recta lo costoso ya esta; solo falta lo difícil: decidir un reglamento (que ya están inventados) y hacerlo cumplir. Tener una verdadera autopista entre Cali y Palmira, aunque corta y sencilla, sería ejemplar y la primera en el país. Tal vez en pocos años, podríamos ir con placer, rapidez y seguridad al Pacifico, al Cauca y a Caldas. Serian caminos hacia otras personas y paisajes. Caminos hacia la paz; o por lo menos bellos y en paz.

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