En este país encerrado en si mismo por altas cordilleras, caudalosos ríos, tupidas selvas y climas en su mayoría insanos hasta hace poco, hemos oscilado desde antes de la Independencia entre copiar cosas o ignorar lo que pasa en el resto del mundo. Producto de la transculturación la imponemos desde adentro o creemos que la podemos evitar con solo manifestarlo. Caldas inventó aparatos de medición que ya estaban inventados, e hizo que Humbolt desistiera de que lo acompañara por Suramérica. El Presidente Caro, que hablaba latín, se preciaba de no haber salido de la Sabana de Bogotá y no conocer el mar. Preferimos el contrabando a la apertura, los monopolios a la globalización. Y así. Todo esto está cambiando pero fue lo que nos definió hasta ahora. Ignoramos lo que aun nos puede enseñar la arquitectura colonial española, que es la única “nuestra”, pero seguimos sin dudarlo lo frívolo y aparente de las imágenes de las pocas revistas...