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Doce pisos. 01.05.2003


Que buena noticia para Cali que se limite la altura de sus edificios. Pero hubiera sido excepcionalmente buena si fuera solo a siete pisos. Esta ciudad no puede ni necesita ser como Manhattan. Con edificios bajos y paramentados podría en cambio tener mucho lo que aparte de los monumentos hace tan bellas a París, Barcelona, Madrid y tantas otras ciudades europeas: la calle tradicional cuya historia, junto con la de los patios, que la antecedieron, se remonta a muchos milenios atrás a la aparición de las ciudades en la Mesopotamia.
          Desde luego hay calles tradicionales con edificios mas altos, pero parte de lo que les da su uniformidad -que es parte de lo que les da su belleza- es que sus alturas no varían mucho. Se entiende entonces que sería mas realista para Cali limitar sus edificios a siete pisos y no a doce (ahora se permite casi cualquier altura en casi cualquier parte). Es mas fácil y económico construir estructuras sismorresistentes en edificios bajos y es cierto que los bomberos pueden llegar a un séptimo piso pero no a un doceavo, pero lo mas importante es que la relación con el entorno, principalmente con la calle misma, es mas “natural” desde una ventana de un séptimo piso que desde la de un doceavo, la que además buena parte del día debe estar cerrada por el viento.
          Claro que para conformar verdaderas calles (además de arborizar y ampliar los andenes disminuyendo las calzadas) habría también que obligar a que las fachadas sigan las líneas de paramento (hoy son apenas un limite) prohibiendo los retrocesos y retranqueos y limitando los voladizos, reemplazándolos por verdaderos balcones que no puedan recorrer todo el frente. Los edificios entre medianeras tendrían que empatar con los vecinos si la diferencia es de mas de un piso, y habría que reglamentar que pasa cuando colindan con casas de uno o dos pisos. Y cuando estén junto a esas “torres” que dejamos construir con orgullo ignorante en el último medio siglo en estrechos lotes, pues éstas tendrían que pagar por el impacto negativo de su estupidez y codicia, y tendrían que ser remodeladas para eliminar sus horribles “culatas”.
          Una ciudad mayoritariamente de edificios entre cuatro y siete pisos no taparía el paisaje circundante y tendría mas de tres veces la población de la de hoy (cuyo promedio si acaso llega a dos pisos). No habría necesidad de ampliar su perímetro ni llevar su infraestructura, pagada por todos los contribuyentes, hasta las propiedades de unos pocos vivos que la rodean esperando convertir sin ninguna inversión sus precios agrícolas en urbanos. Sería mas equitativa y se evitaría esa violencia que se da cuando en un barrio residencial aparece de pronto una “torre” que acaba con la tranquilidad y privacidad de las casas vecinas, se apropia de la calle y los andenes, acapara los servicios existentes y le tapa la vista a los que ya estaban allí.
          Los edificios que por alguna incuestionable razón deban ser más altos, tendrían ineludiblemente que ser exentos, en lotes suficientemente grandes y presentar fachadas por todos sus costados. Estas excepciones serían convenientes pues en ciudades como Cali, que destruyeron casi todos los monumentos que venían de la Colonia y la República, algunos edificios altos son los únicos hitos urbanos que quedan. Claro que ya todo esto no es noticia sino apenas mera esperanza.

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