La gran
arquitectura se inició con las tumbas antes que las ciudades. Está asociada a
los monumentos y al arte. Las viviendas vernáculas de todo el mundo no son mas
que una maravillosa artesanía, escasa ahora que la mitad de su superpoblación
vive es en ciudades. Se siguen haciendo monumentos pero la bella arquitectura
domestica de antes desaparece junto con calles y plazas, sobre todo aquí en
donde hoy se diseña cualquier cosa como si fuera un mausoleo, ignorando la
ciudad, sus tradiciones y circunstancias.
La
arquitectura moderna -antítesis de la ciudad tradicional- planteó edificios
exentos separados por autopistas y aislados en zonas verdes que ocultan las
relaciones entre ellos, evidentes apenas en sus abstractas “localizaciones”. No
es casualidad que solo en el tercer mundo se intentaran ciudades modernas;
Chandigarh, en la India, en 1950, de Le Corbusier, y Brasilia, en 1960, de
Lucio Costa (la ciudad) y Oscar Niemeyer (sus principales edificios), en donde
se pretendió un atajo al progreso mediante el urbanismo y la arquitectura. Pero
lo que sí se emprendió en todas partes fue la modernización de las ciudades
existentes. En Europa se salvaron los centros históricos por ser grandes y
sólidos. Pero aquí, buscando modernizarnos, destruimos los nuestros, pequeños y
frágiles, y los rodeamos de enormes invasiones de pobres, cuya fealdad vuelve
miserables, y de suburbios de nuevos ricos, igual de pobres por lo miserable de
su estética.
Años después
los arquitectos en Europa comenzaron fue a remendar los daños hechos por los
intentos de renovación y por la guerra. Recomponer calles, recrear manzanas y
patios y revitalizar centros históricos son sus nuevos (viejos) propósitos.
Como en la Interbau de Berlín, de 1980 (desandando la de 1957), y recientemente
en la Potsdamer Platz. O en Barcelona, para las Olimpíadas de 1992. También se
rehabilitan pueblos abandonados, como Colleta di Castelbianco, en Liguria
Italia, en 1994, en los que se combina la pasmosa calidad y variedad de sus
viejos espacios urbanos y arquitectónicos con lo último en higiene, confort,
seguridad, comunicaciones y transporte.
La
ciudad primigenia en el oriente definió unos tipos edilicios vigentes hasta
hoy. En las de la antigüedad y el medioevo, apretadas entre murallas, los
monumentos eran exentos pero las casas formaban manzanas cerradas y con patios.
Como en nuestras ciudades coloniales, en donde el espacio urbano público (las
calles) está nítidamente separado del privado (patios y solares) por las
construcciones (edificios públicos o casas privadas), y únicamente el
maravilloso zaguán comunica lo íntimo (la penumbra y el silencio del patio) con
lo público (la calle luminosa y animada). Actualmente, los antejardines y
aislamientos laterales, mal importados de EU, hacen que esta importantísima
diferenciación sea confusa e irrespetada.
La larga
evolución de la arquitectura occidental fue solo la de sus formas y técnicas
(los estilos históricos), y algunas variaciones en los usos. La ciudad compacta
tradicional y su arquitectura, pese a sus variaciones, son tan persistentes que
llevan a pensar que son tan humanas como la lengua. Y apenas han cambiado
climas y paisajes en La Tierra y nada su tectónica desde que el hombre habita
en ella, y las características biológicas de este tampoco; solo su cultura.
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