Los alcaldes, gobernadores y hasta presidentes han sido muchas veces los peores depredadores de nuestro patrimonio urbano y arquitectónico. El Presidente Santos demolió dos de los mas bellos claustros coloniales de Santa Fe de Bogotá para construir edificios modernos para los ministerios y un alcalde destruyó en Cartagena todo un costado de su magnífica muralla, única completa en América, para construir una avenida. Por lo contrario, el General de Gaulle, por ejemplo, salvó a París de la moda de los rascacielos inventándose La Défense. En Cali la tumbazón oficial comenzó al menos en 1925 con la demolición de la torre mudéjar de San Agustín para ampliar la carrera cuarta (después siguió el claustro y por último la iglesia), y desde entonces los alcaldes no han parado de tumbar casas “viejas” para ampliar calles y avenidas. Un gobernador y un alcalde son los responsables de que se demoliera sin necesidad real alguna el viejo Palacio de San Francisco y el cuartel del Batallón Pichinch...