Después de la Independencia, y con el romanticismo de finales del XIX, nuestras plazas se convirtieron en parques, como pasó (mas tarde) con la Plaza de Caicedo. Pero posteriormente se comenzaron a volver nuevamente plazas. La primera, y único caso por mucho tiempo, fue la de Bolívar, en Bogotá, rediseñada con gran éxito por el arquitecto Fernando Martínez en 1960, cosa que ahora los conservacionistas a ultranza no hubieran permitido. La última fue, recientemente, la de Zipaquira, ya en medio de una gran polémica. Es que las ciudades no pueden prescindir de sus plazas. Se comprueba con la de San Francisco de Cali y el (mal llamado) Parque Panamericano. En ellas muchos desconocidos pueden deambular libremente viéndose unos a otros, aunque estén a pleno sol, cosa que no es posible en los parques, que son mas de pueblos, parroquias y unos pocos vecinos. Lo de El Peñón es parte de este proceso pero la diferencia es que siempre fue u...