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Aprendiendo de El Peñon. 31.03.2005


Después de la Independencia, y con el romanticismo de finales del XIX, nuestras plazas se convirtieron en parques, como pasó (mas tarde) con la Plaza de Caicedo. Pero posteriormente se comenzaron a volver nuevamente plazas. La primera, y único caso por mucho tiempo, fue la de Bolívar, en Bogotá, rediseñada con gran éxito por el arquitecto Fernando Martínez en 1960, cosa que ahora los conservacionistas a ultranza no hubieran permitido. La última fue, recientemente, la de Zipaquira, ya en medio de una gran polémica. Es que las ciudades no pueden prescindir de sus plazas. Se comprueba con la de San Francisco de Cali y el (mal llamado) Parque Panamericano. En ellas muchos desconocidos pueden deambular libremente viéndose unos a otros, aunque estén a pleno sol, cosa que no es posible en los parques, que son mas de pueblos, parroquias y unos pocos vecinos.
          Lo de El Peñón es parte de este proceso pero la diferencia es que siempre fue un parque de barrio y que ya sabemos que en el trópico cálido las plazas no son incompatibles con la vegetación. Detalle que no tuvieron en cuenta los que mandaron a talar uno de sus cuatro grandes y bellos árboles hace unos meses, los que lo talaron y los que no lo evitaron ni castigaron. Otra cosa es la necesidad de convertir el parque (o parte) en una plaza, pues el barrio ya no es mas solo habitacional. Sería mejor para el comercio allí los domingos de pinturas, artesanías y cachivaches, ya vuelto tradición. Precisamente el mercado semanal se hacia en las plazas mayores, entre otras muchas actividades como castigar malhechores, cosa que lamentablemente no es de esperar que se haga allí con los culpables del arboricidio, que sin duda lo merecen.
          Sencillamente la solución es volverlo una plaza sombreada. Habría que mantener las palmas y los tres grandes árboles que quedan, en sus respectivos alcorques, reemplazar el que cortaron, eliminar los arbustos y muros bajos y sustituir el prado con un piso semiduro de adoquines ecológicos, manteniendo los senderos que siempre existieron como parte de su imagen tradicional. Todo en el mismo plano inclinado que tiene el parque, sin los escalones y demás tropezaderos a los que son tan dados los arquitectos inexpertos, que en su afán por diseñar quieren rellenar el espacio publico de objetos innecesarios. Como pasó en la Avenida Sexta, en donde los que aun creen que la arquitectura es inocua tienen que aceptar que su equivocado rediseño sí contribuyo a su deterioro actual.
Lo del Peñón comenzó en realidad en San Antonio con la venta de artesanías que comenzaba a darse allí, para la que se construyo una plazuela con tal fin cuando se remodelo hace años su colina. Pero el sitio escogido no fue el mejor y su diseño tampoco. No se llega fácilmente, no hay en donde estacionar y el espacio es pequeño e incomodo. En cambio, pronto esta actividad se consolidó, a pocas cuadras, en el Parque de El Peñón pese a que como espacio urbano no es el mas adecuado. Por eso su remodelación actual es necesaria, y es posible sin que el barrio pierda su parque entre semana pero que la ciudad gane otra plaza dominguera, que tanto le hacen falta. Sin embargo, para no equivocarse de nuevo, el proyecto debería ser objeto de un concurso público promovido por Planeación Municipal y organizado por la SCA con la participación de los vecinos.

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