Poco después de graduarse Jaime Vélez integró con varios de sus compañeros de estudios, un recordado y reconocido grupo de profesores de taller en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de los Andes de Bogotá, en la década de 1960. No es que le gustara enseñar pues prefería sentarse en las oficinas de la facultad a ver revistas, de arquitectura, claro. Pero cuando la presencia de sus estudiantes mirándolo al otro lado del vidrio lo hacia salir y sentarse en una mesa, solía desenroscar la tapa de su enorme y negro y envidiado estilógrafo Sheaffer de tinta negra (o que debería haber sido negra), y comenzaba a dibujar al revés, para que sus alumnos vieran el dibujo al derecho, un complejo corte por fachada, por ejemplo. Lo hacia desde la parte mas alta de una edificación aparentemente hipotética, bajando como una gota de agua por toda la fachada y diciendo en cada parte lo que sucedía con el agua, el polvo y el viento. Todos quedaban asom