A buena hora la CCC (Cámara de Comercio
de Cali) reanudo sus exitosas exposiciones de arquitectura brillantemente
iniciadas en 1987 con la de la obra de Simón Vélez, de la que fue gestor y
curador Francisco Ramírez, pero suspendidas a partir de 1994 después de la muy
importante "Venezuela, arquitectura y trópico". Al principio La
Tertulia siguió el ejemplo pero después de solo cuatro exposiciones, también
muy concurridas, entre las que se destaca la del grupo "Utopía" de
Medellín y la "Nueva arquitectura colombiana" las abandono extrañamente
a contra pelo de los museos de arte moderno del mundo, que cuentan con
departamentos de arquitectura hace décadas y realizan permanentemente
exposiciones sobre el tema con gran éxito. Éxito elocuente que tuvo en días
pasados la inauguración en la CCC de la exposición de 23 proyectos de Jaime
Cárdenas y Olga Cecilia O´Byrne, casi todos premiados, escogidos entre sus más
de 40 participaciones en concursos de arquitectura a lo largo de 30 fructíferos
años, y en los que cabe destacar no solo los bellos aunque a veces peligrosamente
seductores dibujos de Cárdenas, sino también las excelentes maquetas de Mario
Giraldo, cuya ayuda en el proceso de diseño es palpable: Cárdenas ha logrado un
eficiente equipo de trabajo para concursar.
Pero
lo mas importante de la exposición es su revelador titulo: "Concursar: la
mejor alternativa", especialmente ahora en que al fin la SCAV (Sociedad
Colombiana de Arquitectos, Seccional del Valle) esta haciendo algo para que
todos los proyectos de edificios y espacios públicos sean concursos, como
ordena la ley, y que se suma a la que en días pasados la SCAV dedico a
concursos recientes. En esta estaba también el quizás mejor proyecto de
Cárdenas y O´Byrne: el Pabellón de Colombia para la feria de Hannover (1996) en
el que si bien se adivina su inspiración en el extraordinario trabajo de Tadao
Ando en Sevilla, logra destacarse por sus propios méritos como un proyecto de
talla internacional, como lo son sin duda los logrados Jardines Sociales y
Centros AMAR (1998) de Bogotá. Significativamente ninguno de estos proyectos
tuvo reconocimiento alguno, lo que indica no solamente que no siempre los
mejores son premiados, sino una preocupante fascinación de los jurados
colombianos por lo vistoso. También hay por supuesto proyectos muy discutibles
como el de la Lotería del Cauca (1980), pero todos son de lejos superiores a lo
realizado en general en Cali en los últimos años, incluso, por las
universidades, que deberían ser justamente las que dieran el buen ejemplo. Como
la del Valle, que después de realizar un exitoso concurso internacional para su
nueva Facultad de Artes Integradas, le entrego el edifico Tulio Ramírez y su
gimnasio cubierto a un desconocido diseñador sin experiencia ni talento,
escogido a dedo con criterio más clientelista que arquitectónico. Y ni que
decir de los pretenciosos pero absurdos edificios nuevos de la San
Buenaventura, en los que se ignoró su facultad de arquitectura; o la aun más
pretenciosa nueva sede de la Autónoma en la que se confundió la ostentación con
la calidad. Y por supuesto la Santiago de Cali, cómodamente "fuera de
concurso" en su increíble mal gusto hasta que aparecieron por todas partes
los horrorosos bloques de la Antonio Nariño.
Definitivamente
los concursos son la mejor alternativa. No solo hacen más democrática la arquitectura
-arte publico por excelencia- sobre todo la financiada por los contribuyentes,
sino que en general producen mejores edificios y sobre todo estimulan y educan
a arquitectos, conmitantes y ciudadanos. Así ha sido desde la Opera de París,
de Charles Garnier (1860-75) el más reconocido edificio del siglo XIX, hasta el
futurista aeropuerto de Kansai, en Osaka, de Renzo Piano (1988-94) pasando por
la Opera de Sydney (1957-73), de Jørn Utzon el Centro Pompidu (1971-77), de
Piano y Richard Rogers y el cementerio de San Cataldo, en Modena, de Aldo Rossi
(1971-74) tres de los más influyentes edificios de esta segunda mitad del
siglo, para mencionar solo la arquitectura de antes y después de la moderna, en
la que curiosamente no fueron tan importantes ni tantos los concursos aunque si
las exposiciones.
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