Así titulaba The Economist en febrero pasado un articulo sobre Panamá,
uno de los pocos lugares del mundo en que el fin del milenio significará algo:
el canal les será devuelto y su manejo definirá el futuro de su economía. Ante
este reto los panameños nuevamente han recurrido a Estados Unidos en busca de
ayuda. Aunque Frank Gehry es canadiense y su importancia como arquitecto es más
europea que norteamericana, sobre todo después de la terminación (dentro del
plazo y el presupuesto) del Museo Guggenheim de Bilbao, es sin dudas uno de los
más destacados arquitectos norteamericanos en la actualidad. Ya los panameños
comienzan a pensar (con inteligencia) que un edificio suyo podrá hacer por la
Zona del Canal lo que el museo hizo por la ya obsoleta ciudad vasca. No en
vano, a poco más de un año de inaugurado, el Guggenheim es después del Prado el
segundo museo más visitado de España (un millón y medio de personas fueron a
conocerlo en solo 15 meses) y considerado por algunos como el edificio más
importante de este fin de siglo.
En Bilbao los inversionistas
descubrieron (una vez más, después de Barcelona y Sevilla, y ahora Berlín) el
poder de la arquitectura para levantar una ciudad más allá de su pasado, sostiene
The Economist. No solamente se inauguró en 1997 su nuevo museo, tres veces más
grande que el famosísimo de Frank Lloyd Wright en Nueva York, sino que ya se
estrenaron las nuevas estaciones de su metro diseñadas por Sir Norman Foster,
la nueva terminal de su aeropuerto, de Santiago Calatrava, el Palacio de
Congresos y de la Música, de Federico Soriano, y la nueva estación intermodal,
de James Stirling, terminada después de su muerte por su socio Michael Wilford;
todo dentro de un plan de renovación urbana de Cesar Pelli. Es decir, un enorme
trabajo de famosos arquitectos de todas partes para convertir el viejo enclave
industrial en una nueva ciudad terciaria y del tiempo libre sin destruir su
casco tradicional.
Gehry,
quien visita con frecuencia Panamá pues su mujer es de allí, propuso una
alternativa a la previsible pero poco imaginativa idea de los empresarios
locales de llenar de rascacielos Punta Patilla y construir un "pueblo
mediterráneo" en el desalojado Fuerte Amador. En primer lugar habría que
hacer un plan maestro para la totalidad de la Zona del Canal, transformar las
bases militares abandonadas y construir nueva infraestructura para desarrollar
un programa nacional de ecoturismo e investigación en biología tropical. Panamá,
que carece prácticamente de turismo, ya ve en la industria sin chimeneas su
principal fuente de ingresos para los próximos años. Arquitectos reconocidos de
todo el mundo han sido llamados a colaborar en esta iniciativa como Harry Cobb,
socio de I.M. Pei, autor de la "pirádime" del Louvre, Ben Van Berkel,
diseñador del estupendo puente Erasmus de Rotterdam, y Alejandro Zaera-Polo y
Farshid Moussavi, que están rediseñando tambien el puerto de Yokohama.
Will
Frank come to Colombia? Seguro no;
tampoco Sir Norman Foster, Renzo Piano o Richard Rogers. Aldo Rossi, que estuvo
hace 20 años invitado por Carlos Morales, entonces Decano de Arquitectura de
los Andes, no volverá pues murió en un accidente, y Jørn Utzon esta muy ocupado
con la Opera de Sydney, de la que fue retirado en 1973 (estaba fuera del plazo
y el presupuesto) y terminada por otros. Después de 30 años fue llamado para
que el hoy símbolo indiscutible de Australia llegue al tercer milenio de la
mano de quien lo diseñó hace medio siglo para el famoso concurso que ganó. ¿Y
Rafael Moneo? No, ninguno vendrá. Lastima, pues otro camino para la excelencia
en arquitectura, aparte de los concursos, es escoger arquitectos reconocidos
internacionalmente. Pero el chovinismo tonto de las provincianas ciudades del
país las ha marginado de la gran arquitectura del mundo. Tal vez Rogelio
Salmona sea la excepción con sus trabajos en Bogotá, Cartagena, Armenia y Cali.
Antes no era así pero hoy ni siquiera los medios se ocupan de estos temas
(salvo El País y antes El Espectador) a
diferencia de las más prestigiosas revistas y periódicos del mundo, como The
Economist , que lo hacen regularmente.
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