Como lo han afirmado algunos vecinos de
San Antonio, este evento no tiene tradición en el barrio. Pero también es
cierto que todas las tradiciones comienzan algún día. Por eso no tiene sentido
prohibirlo ni tampoco hacerlo a la brava. Toca, pues, comenzar de nuevo
proponiéndole a la comunidad un evento que no beneficie a unos en detrimento de
la tranquilidad de otros. Algo que si bien interese directamente a algunos
económicamente, también beneficie indirectamente a una amplia mayoría, por su
aspecto lúdico, pero que, sobre todo, no perjudique a nadie.
Lo
más complicado es resolver el problema del estacionamiento de visitantes y
compradores. Es inadmisible que se impida el acceso a los garajes de la zona,
aun cuando sea por una sola tarde al año, sin contar con el consentimiento de
sus usuarios. Tiene que ser un evento eminentemente peatonal. Y muy organizado.
Tiene que ser también limpio: aun quedan los restos de las exageradas líneas y
números de los "puestos" del año pasado, hechos innecesariamente con
pintura cuando se pueden hacer muy discretos y con cinta de enmascarar para
poderlos quitar fácilmente. Esta bien que haya música pero no hay necesidad de
que se oiga a varias cuadras a la redonda. Es tonto confundir el alboroto con
la alegría. Tiene que ser un evento casi silencioso. Y bonito: no es preciso
poner cosas diferentes a las que se exhiben; ni mucho menos los horribles
pasacalles que tanto se usan en esta ciudad a la que afean tanto: se pueden
reemplazar por pendones. En fin, tiene que ser ordenado y seguro. También sería
conveniente cambiar su equivoco nombre pues allí más que arte propiamente dicho
lo que se exhibe y vende son objetos de
las artes (llamadas) menores (no por eso menos importantes) y artesanías, amen
de antigüedades y simpáticos vejestorios.
La
Calle de las Cosas (?) si es bien programada y cuenta con el aval de los
vecinos, podría realizarse varias veces al año mejorando así la vida pública de
San Antonio. Seria una nueva tradición decididamente urbana en lo que queda de
un barrio que insiste afortunadamente en recordar la ciudad tradicional: por
eso es una propuesta muy importante para una ciudad que es cada día mas fea y
con frecuencia falsamente nueva. Solo hay que dialogar alrededor de ella y
comprometer a más gente con su realización. Sobran los buenos ejemplos de
eventos similares, como son los "mercados de la pulgas" de
innumerables ciudades: El Rastro en Madrid, que es semanal, o la Plaza de Santo
Domingo en Ciudad de México, que es permanente, para citar solamente dos que
son excepcionales y cercanos.
Quizás
lo más difícil sea que se entienda que las tradiciones son procesos culturales
lentos y que su reglamentación, ineludible en la actualidad, es delicada. Al
tiempo que tiene que evitar excesos y abusos (tan comunes durante la Feria de
Cali) debe dejar libertad a las iniciativas ciudadanas para que no sean
acartonadas y burocráticas. Dos casos ilustran su dificultad: las vallas y
pasacalles y el alumbrado navideño de Cali. Este empezó a mediados del siglo
con bombillos de un solo color en los árboles mas grandes y estratégicamente
situados. Era discreto, elegante y bello, pero poco a poco se vulgarizo como
tantas cosas en esta ciudad que en tan corto tiempo paso de menos de medio
millón de habitantes a más de dos.
A
buena hora se recurrió este año a su diseño profesional, pero imperdonablemente
se incluyeron figuras de "macetas" que es como poner pesebres en
Semana Santa. Antes, la propaganda en sus espacios públicos era escasa y hasta
divertida. Hoy cubre toda la ciudad y sus edificios y tapa el paisaje; la
contaminación visual que produce es sin dudas lo que más compromete su belleza
y dignidad. Afortunadamente la Secretaria de Ordenamiento Urbanístico logró que
se prohibieran las vallas, al menos en el centro tradicional, pero quedaron
pendientes los pasacalles, muchos de los cuales son expresiones populares
festivas que por supuesto deben permanecer, pero no así los otros. No tiene
sentido prohibir las tradiciones ni tampoco iniciarlas a la brava. Hay que
sentarse a analizarlas con más amplitud, profundidad y conocimiento.
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