No deberíamos votar por esos candidatos
que contaminan el espacio público de la ciudad con sus propagandas, muchas de
las cuales son además mentirosas, frívolas y de mal gusto. A lo mejor no
podríamos votar por ninguno pero al menos deberíamos favorecer a los que se
comprometan a sacar adelante un Acuerdo del Concejo que prohíba radical y
totalmente y para siempre la propaganda política en las calles, avenidas,
plazas y parques de la ciudad y por supuesto la que encaraman en los edificios
o cuelgan en esas entrometidas e ilegales vallas que nos tapan el cielo, el
paisaje y la conciencia. ¿Quien quiere un alcalde o concejal que auspicie eso?
El debate se debería
llevar a cabo solo en las calles y plazas públicas y en los periódicos, la
radio, la TV, y por supuesto en foros en recintos cerrados. Pero eso de
“vender” candidatos como si fueran papel higiénico (aunque por lo que hablan
algunos pareciera apenas lógico) no es político ni mucho menos educativo, que
es precisamente lo que necesitamos en estas ciudades nuestras en donde los que
no pagan impuestos ni servicios públicos eligen a los que mas les ofrecen
mentiras que supuestamente satisfacen sus necesidades mas (aparentemente)
acuciantes. La querella política debería ser un ejemplo de buen comportamiento
ciudadano y no como ahora espejo de la mediocridad y vulgaridad de la ciudad.
¿Qué intereses hay
detrás de la propaganda electoral? Aparte de los publicistas que se prestan
para eso ¿a quien le conviene ese desorden, mugre y fealdad a que nos vemos
sometidos cada tantos años? ¿Por qué una medida tan sencilla como eliminar la
propaganda electoral del espacio público es tan difícil de tomar? ¿Hay realmente
algún candidato que crea que las mentiras y bobadas que ponen en las calles,
muchas de las cuales ni siquiera se pueden leer, inclinan a alguien a votar por
él? ¿Qué hay con la seguridad de la circulación de vehículos cuyos conductores
son distraídos por el alud de pasacalles y vallas que invaden las vías?
Seria mas
democrático, económico y educativo que los candidatos dispusieran de espacios
en la prensa y tiempos en la radio y la TV iguales para todos, y que
participaran en los foros a los que los invitan. Y nada mas. Así podríamos
entender y comparar de verdad sus propuestas concretas. Pero mientras tanto, al
menos deberíamos votar por los que menos contaminen visualmente la ciudad por
la cual dicen querer trabajar. Pero ¿será que no es cierto? ¿Será que nos gusta
la contaminación visual como evidentemente nos gusta la auditiva? La realidad
es que nuestros politiqueros no tienen el menor interés en que los ciudadanos
se eduquen: ¡no votarían mas por ellos!
Igual
que nos dejamos llevar fácilmente de modas, apariencias y falsos conceptos
estéticos promovidos por la gran industria para incrementar el consumismo, como
advirtió Konrad Lorenz (Decadencia de lo humano), nos dejamos convencer por la
propaganda electoral, por mala que sea, acostumbrados desde que existimos como
república a que otros decidan por nosotros evitándonos tener que pensar. Así,
permitimos que una propuesta política, que debería ser para mejorar nuestra
calidad de vida en la ciudad, se “resuma”
en un slogan, la mayoría de las veces simplemente ridículo, que se atraviesa en
las calles no para que lo leamos sino apenas para que sintamos su presencia.
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