A la memoria de Rodrigo Lloreda Caicedo
En un país en donde los secuestrados
son apenas retenidos, donde se llama doctor a cualquiera y no a los verdaderos
Ph.D., donde las nalgas reales son simples "derrieres" y últimamente
"pompis" y no bellos traseros por no decir maravillosos culos, llamar
robos a los que no lo son a mano armada o violentado cerraduras es difícil. Y
peligroso. ¿Pero como llamar de otra manera la demolición de andenes,
sardineles y separadores en buen estado para reemplazarlos por otros que ni
siquiera están mejor hechos y que se dejan sin terminar? ¿Como llamar el que
calles recién pavimentadas se rompan para introducir canalizaciones una y otra
vez? ¿Y como, el repavimentarlas sin remover la capa anterior con la
consecuencia de que los edificios y casas están cada vez más hundidos? ¿Que
sino un robo continuado son las señales de transito repetidas en muchos sitios
no una sino dos, tres y hasta cuatro veces cuando en otras partes donde se
necesitan no existen? ¿Y las que existen pero no que se necesitan, como
llamarlas? ¿Que decir de los puentes peatonales que muchos peatones ni siquiera
pueden escalar? ¿Y los cruces a tres niveles por los que pasan poquísimos
carros pero que dejan las calles sin semáforos por lo que los peatones ya no
tienen como cruzar las esquinas? ¿Como llamar el despilfarro de dinero en la remodelación
(incompleta) de la Avenida Sexta ahora en un deterioro peor que el de antes?
¿Es
exagerado decir que es un robo la demarcación en las calles de carriles que no
se ven de noche pues casi nunca se usa la pintura adecuada (¿será que se la
roban?) y que nadie respeta no solo por la indisciplina de los conductores sino
por lo antitécnico de su trazado? ¿Y que pensar de las fuentes bellas, fáciles
de mantener y en buen estado (como la del arquitecto Jaime Vélez al lado del
Club Colombia) remodeladas sin ninguna necesidad para reemplazarlas por otras
feas y que nunca pueden estar bien por mas de un par de semanas? ¿Y que será
sino un robo las que nunca funcionaron debajo de los puentes (a quien se le
ocurre) y que poco a poco desaparecen pues se están robando sus diferentes
partes? Y los postes de vil plástico del parque lineal del Río Cali que se los
robaron dos veces: cuando decidieron poner imitaciones totalmente robables de
los bellos postes viejos de hierro de la luz publica de la ciudad, y cuando se
los robaron robados: ya no queda uno solo. ¿No es como un robo que cada nueva
administración cambie el sentido de muchas calles como para tener que contratar
una nueva señalización mientras que descaradamente permanece la anterior? Y
¿que decir de los más de mil millones que supuestamente costó el esperpento
inútil del Parador Blanco? O ¿que son las cinco baterías de baños que se
construyeron una tras otra en un colegio de un municipio del centro del Valle,
cada vez que se "estropeaba" la anterior, sino cuatro robos seguidos?
O esas barandas destrozadas de los puentes de Cali que se pintan sin
arreglarlas.
Dirán que es improvisación, pero la improvisación
continuada ¿no es como un robo? ¿Y la tolerancia? ¿Que decir del robo descarado
y cada vez más común del espacio de uso público de andenes y antejardines y
hasta calles enteras ante el silencio cómplice de las autoridades? ¿Y que de los edificios a los que se permite invadir
el espacio aéreo circundante con voladizos no permitidos o absurdos puentes? No
son robos simples: no solo son el robo del dinero de los contribuyentes sino el
gravísimo robo de las posibilidades de que los ciudadanos tengan un mejor
espacio urbano publico y por lo tanto una vida más digna y placentera. Son
robos que llevan a la guerra. Al menos que se los nombre como lo que son:
robos. Corruptos son los que reciben y los que dan pero los que toleran y no
denuncian no son simplemente idiotas, pues se roban a si mismos, sino también
cómplices. ¿Será solo el tapar y callar cobarde de muchos colombianos ante la
"viveza" de unos cuantos? ¿O será que entre bomberos no se pisan las
mangueras? Difícilmente se logra así la paz. Cómo hacen de falta ciudadanos,
periodistas y políticos que llamen a las cosas por su nombre. Los pocos que hay
los matan... o se mueren prematuramente.
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