La
corrupción, el clientelismo, la ignorancia, el individualismo y la carencia de
autoridad, llevan a la falta de civismo, la intolerancia, la fealdad, el ruido
ajeno y, finalmente, a la inseguridad motorizada: accidentes y atracos. Todo,
si no originado por el narcotráfico, si definitivamente alimentado por él. De
ahí que el primer propósito de este año debería ser seguir el ejemplo de
Uruguay (del cual no nos volvieron a informar) y comenzar con el proceso de
legalizar las drogas justamente para poder controlar su consumo local y
disminuir mucho la corrupción y por ende la inseguridad, y alcanzar de verdad
la tan anhelada paz, y no apenas el Nobel respectivo.
Mas si no es con una
justicia proba, cómo disminuir la corrupción y la inseguridad. Y cómo
reformar la justicia en un país en manos de tantos políticos corruptos elegidos
por una minoría de ciudadanos muchos de ellos igualmente corruptos o que votan
por “el menos malo”, mientras los demás, la mayoría, piensan que para qué votar
si son “los mismos con las mismas” en lugar de hacerlo en blanco. Y es
justamente por eso que tenemos las ciudades que tenemos, la mayoría manejadas
por corruptos o ineptos, y hasta Peñalosa ya da traspiés ignorando que “la urbanización descontrolada hace que el paisaje desaparezca”
como dice Peter Zumthor (Pensar la
arquitectura, 2010).
Por
ejemplo, la movilidad en ellas no se comenzará a solucionar de verdad hasta que
no se abandone la equivocada idea de que se puede solucionar con un solo
sistema, como precisamente creyó
Peñalosa. En el caso de Cali el MIO, que ni siquiera es nuestro, y por eso es
perentorio que se entienda la urgencia de un tren, tranvía o como quieran
llamarlo, por el Corredor Férreo de Yumbo a Jamundí, y de Cali a Palmira. Y al
mismo tiempo un verdadero Plan Vial que retome la retícula ortogonal de la
ciudad fundacional, procurando la continuidad a las vías de un extremo al otro
sin importar la curvas que realicen, pues lo definitivo es su continuidad
¡ahora no existe ninguna que la tenga!
Y
habría que invitar al Alcalde, los Concejales y altos funcionarios a que traten
de caminar, de verdad y no demagógicamente, por los diferentes barrios de la
ciudad, a ver si así entienden que lo primero en cualquier Plan Vial son los
peatones, pues parecería que ellos no lo sean o que les da pena que los vean
caminando como cualquiera, y, claro, expuestos a la inseguridad como todos. Y
que igualmente comprendan que las vías en una ciudad son calles –andenes y
calzadas- y que deben ser con sus alturas, aislamientos, normas y uso de los
edificios, lo que implica sus densidades, la base de un verdadero Plan de
Ordenamiento Territorial, el que no debe ser apenas un plan sino también un
proyecto urbano; es más: una composición.
En
conclusión, la solución debería comenzar por seguir el ejemplo de Uruguay, y
destinar los recursos despilfarrados en una aguerra inútil contar las drogas en
mejorar la educación, pues si allá pudieron fue debido no apenas a una
población mas pequeña sino mas educada. Pero cómo educar a 50 millones de
colombianos, si hasta los mas educados suelen ser ignorantes de las ciudades en
las que la gran mayoría habita hoy, a diferencia de sus abuelos que lo hacían
educadamente en un campo que aun era muy bello y pleno de vegetación y
animales, ya exterminados, y que ahora “trumpemente” destruyen las ciudades sin
necesidad de bombardearlas.
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