Como bien afirma
Francisco Gil Tovar “somos herederos de una cultura más erudita y literaria que
otra cosa, en virtud de la cual parece más formativo enseñar a leer que enseñar
a ver y escuchar”, y no duda de que “ver para aprender parece ser nuestro sino”
dejando en claro, eso sí, que “aunque el arte no es ciencia, también hay
periodos en que uno y otra se funden” (Del
Arte y el Hombre, 1995, pp. 92 y 94). Justamente como ha sucedido siempre
con la arquitectura, hasta hoy cuando el exceso de técnica esta acabando con su
arte, y sólo la salvará en un futuro próximo el que imperativamente deberá volver
a ser sostenible, como lo es la arquitectura pre moderna en el trópico
templado, como es precisamente el clima del valle del río Cauca, que con su
paisaje natural es lo mejor que tiene.
“No se puede crear nada
bajo la premisa de respetar lo establecido” y es indudable “que buscar algo
nuevo incita a la creación” como dice Gil Tovar (pp. 43 y 57) pero deja en
claro que, no obstante, “de ninguna manera muere la tradición” y recomienda que
“en niveles universitarios, la investigación debe preceder en importancia a la
transmisión de conocimientos y a la formación” (pp. 48 y 111). Es,
precisamente, el objetivo al que deberían apuntar los programas de
arquitectura; investigación que en este caso comienza por conocer la
arquitectura de las casas de hacienda de la región y las de tradición colonial
que aun quedan en ciudades y pueblos de la comarca, y en el barrio de San
Antonio en Cali. Dejando de lado, como indica Gil Tovar, “la especulación
comercial y financiera, hija del capitalismo; la consiguiente maquinaria
propagandística nacida como medio ya imprescindible de todo libre comercio;
y el esnobismo, fenómeno especialmente burgués acunado por toda etapa de
crisis” (p. 51). Como sigue siendo válido a inicios del siglo XXI.
Pero desde luego primero
hay que vencer la moda de lo foráneo y el poco interés por lo propio entre no
pocos estudiantes y profesores, que no ven la utilidad de investigar la
tipología de las casas con patios de la
arquitectura colonial y sus raíces hispanomusulmanas. Patios adosados en las
casas de hacienda, estudiadas por el profesor Francisco Ramírez y el autor de
esta columna en la Universidad del Valle (La
arquitectura de las casas de hacienda en el Valle del Alto Cauca, 1994) y
medios patios interiores y solar en las urbanas, que incluso se han
reinterpretado en algunas casas que son, mas que pos modernas, regionalistas y
sostenibles, lo que viene a ser casi lo mismo ya que están imbricados, y no es
casual que esta expresión fuera recurrente en Rogelio Salmona al hablar de su
arquitectura, de la que no dijo que fuera una cosa o la otra, pero que
indudablemente es ambas.
Igual que la Casa de la
queja en San Antonio, 2000, analizada por el profesor Andrés Erazo de la
Universidad de San Buenaventura, y caso de estudio para su taller de proyectos,
e inclusive en algunos pequeños edificios de apartamentos como El Azafrán,
1992, de Rodrigo Tascón, o las Tres casas en fila, 2005, de Mauricio García,
alrededor de patios. Y existe un proyecto experimental para un edificios de
siete pisos con apartamentos dúplex cada uno con su patio. “Expresarse
espontáneamente a través de las formas y comenzar a saber ver la
expresión de otros debería ser el complemento ideal de este tipo de enseñanzas
en los grados iniciales, que, además, deben enseñar a ver estéticamente la
naturaleza”, como lo señala Gil Tovar (p. 97).
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