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Ver para aprender. 04.08.2016


          Como bien afirma Francisco Gil Tovar “somos herederos de una cultura más erudita y literaria que otra cosa, en virtud de la cual parece más formativo enseñar a leer que enseñar a ver y escuchar”, y no duda de que “ver para aprender parece ser nuestro sino” dejando en claro, eso sí, que “aunque el arte no es ciencia, también hay periodos en que uno y otra se funden” (Del Arte y el Hombre, 1995, pp. 92 y 94). Justamente como ha sucedido siempre con la arquitectura, hasta hoy cuando el exceso de técnica esta acabando con su arte, y sólo la salvará en un futuro próximo el que imperativamente deberá volver a ser sostenible, como lo es la arquitectura pre moderna en el trópico templado, como es precisamente el clima del valle del río Cauca, que con su paisaje natural es lo mejor que tiene.
          “No se puede crear nada bajo la premisa de respetar lo establecido” y es indudable “que buscar algo nuevo incita a la creación” como dice Gil Tovar (pp. 43 y 57) pero deja en claro que, no obstante, “de ninguna manera muere la tradición” y recomienda que “en niveles universitarios, la investigación debe preceder en importancia a la transmisión de conocimientos y a la formación” (pp. 48 y 111). Es, precisamente, el objetivo al que deberían apuntar los programas de arquitectura; investigación que en este caso comienza por conocer la arquitectura de las casas de hacienda de la región y las de tradición colonial que aun quedan en ciudades y pueblos de la comarca, y en el barrio de San Antonio en Cali. Dejando de lado, como indica Gil Tovar, “la especulación comercial y financiera, hija del capitalismo; la consiguiente maquinaria propagandística nacida como medio ya imprescindible de todo libre comercio; y el esnobismo, fenómeno especialmente burgués acunado por toda etapa de crisis” (p. 51). Como sigue siendo válido a inicios del siglo XXI.
          Pero desde luego primero hay que vencer la moda de lo foráneo y el poco interés por lo propio entre no pocos estudiantes y profesores, que no ven la utilidad de investigar la tipología  de las casas con patios de la arquitectura colonial y sus raíces hispanomusulmanas. Patios adosados en las casas de hacienda, estudiadas por el profesor Francisco Ramírez y el autor de esta columna en la Universidad del Valle (La arquitectura de las casas de hacienda en el Valle del Alto Cauca, 1994) y medios patios interiores y solar en las urbanas, que incluso se han reinterpretado en algunas casas que son, mas que pos modernas, regionalistas y sostenibles, lo que viene a ser casi lo mismo ya que están imbricados, y no es casual que esta expresión fuera recurrente en Rogelio Salmona al hablar de su arquitectura, de la que no dijo que fuera una cosa o la otra, pero que indudablemente es ambas.
          Igual que la Casa de la queja en San Antonio, 2000, analizada por el profesor Andrés Erazo de la Universidad de San Buenaventura, y caso de estudio para su taller de proyectos, e inclusive en algunos pequeños edificios de apartamentos como El Azafrán, 1992, de Rodrigo Tascón, o las Tres casas en fila, 2005, de Mauricio García, alrededor de patios. Y existe un proyecto experimental para un edificios de siete pisos con apartamentos dúplex cada uno con su patio. “Expresarse espontáneamente a través de las formas y comenzar a saber ver la expresión de otros debería ser el complemento ideal de este tipo de enseñanzas en los grados iniciales, que, además, deben enseñar a ver estéticamente la naturaleza”, como lo señala Gil Tovar (p. 97).

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