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Cali, ciudad y monumentos. 24.06.2020

La palabra monumento viene del latín ‘monumentum’ que quiere decir recuerdo, erección conmemorativa, ofrenda votiva, y son aquellas obras públicas que casi siempre se transforman en hitos urbanos que les dan carácter a las ciudades o incluso llegan a ser su símbolo, y en últimas ayudan a orientarse en ellas; sobran los ejemplos: París y su Torre Eiffel, Nueva York y la Estatua de la libertad, y el obelisco del Monumento a Washington, Ciudad de México y El Ángel de la Independencia, Bogotá y Monserrate, cerro y templo. Como lo define el Diccionario de la Lengua Española -DLE-, se trata de obras en memoria de alguien o de algo, que poseen valor histórico y artístico, y con suficiente valor para los que lo erigen.

Por eso juzgar los monumentos sólo a partir de motivaciones actuales es un despropósito, como lo es derribar los monumentos existentes a Cristóbal Colón por parte de muchos que ni siquiera existirían si él no hubiera descubierto un nuevo continente, o como lo sería ahora cambiarle el nombre por ‘Colombia’ pese a que en verdad él lo merecía. Por lo contrario lo que si cabe sería erigir nuevos monumentos pero sólo si son procedentes, pues en estos días abundan los monumentos a cualquier cosa cada una más banal, que es en el fondo lo que quieren los que los destruyen: un monumento a su ego que termina siéndolo a su desconocimiento urbano e histórico.

Es el caso de la propuesta de trasladar la estatua del fundador de Santiago Cali en el Mirador de Sebastián de Belalcázar. Sería igual que cambiarle de nuevo el nombre a la ciudad, una de las más antiguas de América, ya que posiblemente fue originado por los indígenas mexicanos al servicio de los conquistadores (del azteca ‘calli’ que significa casa) o ser de origen quechua e introducido por los indios Yanaconas. La que ahora, como si no bastara, ya no será Santiago de Cali sino Distrito Espacial, Deportivo, Cultural; Turístico; Empresarial y de Servicios de Santiago de Cali; es decir Dedctes de S de C para simplificar; tontamente todo un tonto chiste.

En lugar de vandalizar los monumentos cuando sea pertinente lo más efectivo sería poner cerca placas explicativas de su historia junto con las críticas del caso. Incluso se podría poner detrás del mirador de Belalcázar, en la pequeña rotonda que hay allí, un monumento a las transculturaciones que significan nuestro mestizaje étnico e histórico; nuestra realidad actual. La historia no debe tolerar que se borren episodios ni tampoco que se impida que se le agreguen nuevos hechos ya que lo que definitivamente importa es su suma, esa narración y exposición de los acontecimientos dignos de conservar en la memoria de todos, que es como la define el DLE.

En lugar de ‘iconoclasia urbana’ lo que la ciudad si precisa es emprender una obra monumental de cara a la movilidad en ella, a la urgencia de evitar su conurbación con los municipios aledaños, a la necesidad de separarla en ciudades dentro de la ciudad más seguras y con centralidades peatonales, y definitivamente de cara al cambio climático. Que una su área metropolitana a lo largo del nuevo eje urbano y regional propuesto, en el que se pueden incluir todos los monumentos que se quiera, comenzando por el tren eléctrico de cercanías o trolebuses, o mejor los dos integrados, entre Yumbo y Jamundí y a Palmira, sin duda con suficiente valor para los que tanto lo necesitan.

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