En las casas los olores, presentes aunque no siempre se los identifique, invariablemente complementan, consciente o inconscientemente, lo que en ellas constantemente se toca, se oye y se ve. Además de ser sólo efluvios que llegan desde cualquier parte y producen una impresión en el olfato, señalan la promesa u oferta de algo o la sospecha de algo oculto o por suceder y por su parte los aromas son un olor muy agradable (DLE), y de ahí la discreta presencia en la arquitectura, pero no por eso menos importantes, y se los produce artificialmente como los inciensos en las iglesias; pero los malos olores ya son una desagradable alarma, o simplemente otro descuido en casa.
Se huelen los aromas de las telas o cueros que forran las sillas o los sofás, los de la ropa limpia en los armarios, el de un mantel de lino recién extendido en la mesa, y los esperados aromas que anuncian los deliciosos platos que vienen de la cocina, y por supuesto los muy diversos que abundan en estas al cocinar. Y están los muchos aromas de las flores en floreros o materas, a los que hay que acercarse para disfrutarlos, y los que vienen de patios, jardines, huertos caseros y vergeles, o ya estando en ellos mirando, oyendo, tocando, oliendo y a veces saboreando algo, como alguna rica fruta que se ha cogido de un árbol o recogido del suelo justo recién caída.
Hay olores característicos de las casas, como el de la madera cuando ha sido terminada con aceite de linaza y sellada con cera de abejas, el de los muros enjalbegados con cal, el húmedo de los viejos ladrillos tablones de los pisos de las casas coloniales, o el de las tejas árabes cuando la lluvia las moja. Y están los olores de toda clase que acompañan las diferentes actividades que se realizan en una casa, como dormir, bañarse, acicalarse, vestirse, las visitas que llegan, cocinar, comer, lavar los platos, lavar la ropa, plancharla, barrer los pisos o trapearlos, haciendo gimnasia o nadando en la piscina o tomado sol a su orilla; o todos los de un asado dominguero al aire libre.
Y entre los malos olores que se dan en todas las casas, en mayor o menor grado, están el de la humedad, el olor a podrido o a viejo o a encerrado, el de las basuras, los desechos y los desperdicios, y el muy desagradable de los baños deficientemente ventilados o que no se limpian con suficiente frecuencia. Pero también hay olores no agradables en el proceso de cocinar algunos productos o al menos lo son por su intensidad momentánea, y que lo pueden ser para algunos mientras que para otros son todo un muy grato aroma prometedor de un delicioso plato que se va a acompañar con un rico vino. Y está el feo olor del cigarrillo y el delicioso aroma de un habano.
Por eso al proyectar una casa, y por supuesto todos los otros edificios, hay que describir ciertos aspectos de su proyecto relacionados con los malos olores, es decir con la adecuada ventilación de ciertos espacios como baños, cocinas y depósitos en notas en sus planos; y por otro lado mencionar los aromas de floreros, patios y jardines en la memoria del proyecto, antes de comenzar a trazarlo, y no darlos por implícitos si es que se pretende sacarles partido para generar más emociones en aquellos diferentes espacios que se están componiendo mediante dibujos, los que así comenzarán a hablar cada vez más de más cosas en una casa, incluyendo lo que en ellas se oye y se ve; y todo lo que allí se vive.
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