Desafortunadamente para Cali en las
últimas tres décadas se ignoro que las construcciones que conforman las calles
deben ser sencillas al contrario de los monumentos que deben ser
significativos, emocionantes y evocadores. Muchos de estos, que lo eran aquí,
se eliminaron para "modernizar" la imagen de la ciudad para los
Juegos Panamericanos de 1971, y posteriormente simples edificios que solo
conformaban calles se diseñaron como si fueran monumentos. La Cali premoderna
fue asolada y de paso se arraso su entorno natural. Esta destrucción de su
patrimonio urbano, arquitectónico y ambiental no solo es explicable por la
codicia y la corrupción sino igualmente por la ignorancia y la falsa ambición.
Cali
desperdicio los Juegos para transformarse sin necesidad de acabar con su
patrimonio y su memoria colectiva. Por lo contrario, se arrasó con buena parte
de su centro histórico para ampliaciones viales que hubieran podido ir por
otras partes no urbanizadas aún, y se demolieron casi todos sus edificios
representativos sin otra necesidad que la "modernización" de su imagen,
la que contó con la colaboración ingenua y supuestamente técnica de los
arquitectos y de la que se aprovecharon de inmediato los especuladores urbanos.
Fue el principio del fin de su viejo casco tradicional y no el inicio de la
nueva ciudad moderna que se ambicionaba. La Cali que quisiéramos ya no podrá
tener la belleza de la ciudad tradicional que fue pero tampoco podrá ser la
Brasilia que se quiso que fuera o simplemente se dijo que iba ha ser. Sin
embargo, a pesar de los constantes intentos de "modernización", la
ciudad tradicional insiste en permanecer, aquí y en todas partes, pues su
tradición es antigua y potente.
Darle
una nueva imagen a Cali no es imposible. Se la debe monumentalizar y embellecer
(y por supuesto aquí esta el enorme peligro: ¿que es embellecer y
monumentalizar una ciudad?) sin perder de vista el valor del extraordinario
paisaje natural en el que está asentada: los cerros, los ríos, la vegetación,
el clima, que forman parte de la cultura lúdica del Valle, y considerando todos
los extensos y nuevos barrios que aún no son ciudad. Solo así volverá ha ser la
ciudad digna que fue a mediados del siglo XX aunque necesariamente ya no pueda
ni deba ser como lo fue. Y aquí está la pregunta que se debe formular: ¿por que
es digna una ciudad y como? La respuesta, por supuesto, tiene que ver más con
la realidad de la vida cotidiana y las tradiciones, que con gustos y modas de
penúltima hora.
Además
de los nuevos edificios y espacios públicos que se precisan, la vivienda, sobre
todo la "mínima", debe ser compensada con espacios urbanos de calidad
para la convivencia y la recreación. Además de plazas y parques y verdaderas
avenidas, hay que recuperar las calles para la gente, pues son el espacio
público fundamental de una ciudad, principiando por el Centro que es el sector
más amenazado por los carros y el mas destruido. A pesar de que aún se denigre
de el sigue siendo todavía la parte más alegre, divertida, animada, concurrida
y hasta bonita, de Cali aún cuando lo sea a pedazos, además de ser la única que
es de todos y para todos.
Por
más que parezca simple, lo esencial es ampliar, arborizar, regularizar y
liberar los andenes; ponerles pisos sencillos, claros y neutros para que
disminuir la atroz contaminación visual en que se han convertido muchas calles,
y semaforisarlos dándole prioridad a la gente sobre los carros. También es
preciso cambiar la reglamentación existente, más pensada para que su ambigüedad
permita su libre interpretación, lo que ha generando corrupción en lugar de
ciudad, y enderezarla hacia reglas pocas, sencillas y radicales que conduzcan,
por ejemplo, a hacer paramentos continuos, sin voladizos de lado a lado, que
empaten con lo existente y tengan alturas uniformes por sectores. Cali debe
reconstruirse en las próximas décadas a partir de valorar su espacio publico
pues este la estructura y le da forma, sentido y significado. Es el espacio de
todos: del placer, la democracia y la civilización. Sin el no hay paz.
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